La tensión y la negativa a contestar preguntas dominaron la audiencia de esta mañana en el juicio por secuestros, torturas y homicidios en los centros clandestinos de detención que funcionaban en la Jefatura de Policía y en el Arsenal Miguel de Azcuénaga.
Para la testigo S.A. se pidió que se aplique el Protocolo de Estocolmo, con el que se busca proteger a víctimas de delitos sexuales en contextos de terrorismo de Estado, por lo que la sala del Tribunal Oral Federal fue desalojada de público y de los imputados.
S.A. que estuvo detenida durante un año y cinco meses, acusada de haber participado de torturas dentro del campo de concentración en la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga, fue sobreseída en esa causa y esta mañana declaró como testigo en la Megacausa Jefatura II- Arsenales II.
La testigo manifestó en todo momento que ella estuvo secuestrada, y que no puede hablarse de “colaboración” en el contexto de encierro en un campo de exterminio, como era el Arsenal. Contó que fue secuestrada en abril de 1976 y que fue llevada primero a la Escuela de Educación Física, luego al “Reformatorio” y finalmente, al Arsenal. “Eramos muchos los secuestrados, y nos dijeron que íbamos a ‘inaugurar’ el lugar”, relató.
S.A. oriunda de la localidad jujeña de Libertador General San Martín, y en ese entonces estudiante de Arquitectura, estuvo casi todo el tiempo que pasó detenida, según contó, con su entonces novio, Osvaldo Pérez (“el Chaqueño”, también señalado por algunos testigos de haber participado de torturas). En su testimonio nombró a varios integrantes de la “patota” que realizaba los secuestros, a los torturadores y a los guardias que quedaban a cargo de los detenidos una vez que se retiraban “los de Inteligencia” (los interrogadores).
“En el Reformatorio pude hablar con Ernestina Jackel y escuché nombrar a una señora embarazada de dos meses. También estaba otra a la que le decían comadre o panzona, a la que un tal ‘Indio’ sacaba a caminar. Ella decía que, cuando naciera su hijo, la iban a matar. No sé quién era, y podía ver nada porque nos ponían apósitos en los ojos”, dijo S.A. Ya en el Arsenal, comentó, supo de la muerte del soldado Toledo Pimentel. “Escuché hablar de que lo habían matado ahí adentro, y esa noche se descargaron la bronca con los demás detenidos”, aseguró. También relató que fue obligada a señalar a gente y a dar nombres. Una de esas personas, contó, era N.C, una mujer que también declaró bajo el paraguas del Protocolo de Estocolmo por haber sufrido reiteradas vejaciones. En ese centro de exterminio, según lo denominó, conoció a Ana Cantos, hermana de Germán Cantos, y a Freddy Coronel, todos ellos desaparecidos. Vio al doctor Argentino Augier, que sufrió aberrantes torturas, como el enterramiento, y que es uno de los sobrevivientes que contó el horror que se vivía dentro del Arsenal.
En todo momento, la testigo se negó a contestar las preguntas de la abogada Laura Figueroa, que fue quien la acusó de haber torturado y entregado gente cuando estaba detenida. “Yo soy una sobreviviente, lo prueba el hábeas corpus que presentó mi madre cuando me secuestraron”, insistió S.A.