La mañana de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias ha exhibido a un despliegue del abrumador del aparato clientelar oficialista. Está a la vista en un fenómeno sociológico y electoral casi único: los automóviles, además de tener marca y modelo, tienen nombre y apellido. Según el circuito de la capital que se recorra se llaman “Graciela Juárez”, “Cacho Cano”, “Caponio”, “A. Assán – E. Nagle”, “Tano Alfaro”, “Apoya Juri”... Curiosamente, también aparecen en San Miguel de Tucumán los vehículos (porque no son sólo taxis, sino desde autos viejos hasta camionetas importadas de alta gama) identificados como “Tole 2”, que son una verdadera marea mecánica en Yerba Buena, incluso sobre dos ruedas, porque sel “servi-voto” se ver hasta por la avenida Aconquija, con motocicletas que llevan el ideográfico cartel. Es que las elecciones nacionales hacen de Tucumán distrito único (en las provinciales hay tres secciones), así que el “aparataje” no reconoce fronteras municipales.

La situación en las escuelas, en cambio, dista abismalmente del entusiasmo automotriz. Al mediodía, ya sea en los circuitos del centro capitalino o del periférico barrio Echeverría, las autoridades de mesa y los fiscales calculan, “a ojo de buen cubero”, que sólo ha votado el 20% del padrón. En el interior, la cifra se incrementa poco y trepa al 30%. Algunos candidatos se esperanzan en que ese ausentismo matinal tan pronunciado se deba al frío y confían -casi puede decirse que rezan- que la tibieza del empecinado sol invernal caliente la convocatoria a las urnas. Así que la tarde presenta dos opciones: un aluvión de comprovincianos yendo a hacer la digestión al cuarto oscuro o un paisaje de escuelas escasamente pobladas. Con sus calles que se parecen a playas de estacionamiento de coches con identificación personalizada y número de móvil contratado para este día (casi un DNI para “sujetos a combustión de naftas”).

Este es el costado inevitablemente visible del “aparato”. Es más: como el clientelismo nunca ha sido combatido en este subtrópico, la mañana, en general, ha transcurrido (cuanto menos en el Gran San Miguel) sin “fulerías” de antaño, como las de la sustracción de boletas. Por caso, la única denuncia de la mañana fue desmentida por la Justicia Electoral Nacional y atribuida a una confusión. Los bolsones, en este contexto de perfeccionamiento de la perversión del derecho a votar en libertad, sí han sido detectados y también denunciados a la autoridad electoral con sede en la provincia, pero sólo se han asomado. No hay centros de distribución (cuanto menos hoy), sino direcciones particulares: casas de familia. Y rumores de que muchos de los que sufragaron hoy recibirán la prebenda mañana, lo cual explicaría la presencia de hombres y mujeres en las esquinas de las escuelas, con gorras con nombre y apellido de funcionarios que no son candidatos, que marcan en una lista a los que asistieron a sufragar.

La tarde se cierne ahora, con cuenta regresiva hasta las 18. Respecto del gasto en la movilización, hay preguntas que fisuran el paradigma de la democrática jornada comicial. ¿Cómo hace un concejal, o un legislador, o un intendente,con remuneraciones que rondan los $ 20.000 mensuales, para costear centenares de autos, a $ 350 la unidad, y de fiscales, a $ 250 cada uno? O dicho de otro modo, ¿cómo hacen para salir de la función pública, luego de este dispendio, sin ser más pobres, sino todo lo contrario? La pregunta, claro está, excede a estos comicios. No refiere a los actuales representantes, sino también a los pasados. No involucra sólo al oficialismo, sino también a la oposición. Y no refiere a meros vicios proselitistas, sino a la afectación de la representatividad y de la legitimidad. O sea, al esmerilamiento de dos pilares fundamentales de la democracia.

Respecto del bajísimo porcentaje de votantes de la mitad de la jornada, también surgen interrogantes centrales. Primero, porque de la cantidad de sufragantes dependen el éxito o el fracaso de las PASO como instancia electoral. Segundo, porque los que no puedan justificar de manera válida por qué no fueron a las urnas, no podrán votar, ni aún queriendo, en octubre. De modo que el cumplimiento con el deber cívico configurará, directamente, el universo de electores por conquistar dentro de un par de meses.

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