A diferencia de muchos, los deportistas obtienen sus récords a la vista de todos y sus premios y salarios se publican en todos lados. Ganan a la luz del día. El doping, es cierto, ha desnudado muchas trampas y derrumbó ídolos intocables. Y también se han descubierto contabilidades paralelas y evasiones fiscales. Aún así, la imagen del deportista, creen muchos políticos, genera votos. Por eso, cada acto electoral, en Italia, la India o Argentina, cuenta siempre con deportistas dentro de las listas de candidatos. Un ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, solía llevar a Pelé, su secretario de Deportes, cuando le tocaba hablar ante un público que, presumía, podía resultarle difícil. El "rey" los ablandaba hablando de cómo él había triunfado pese a nacer en la pobreza y entonces Cardoso subía más tranquilo al escenario. Sin embargo, el deportista acaso más politizado de la historia, Muhammad Alí, jamás fue candidato ni perteneció a ningún partido político.
Además, el deporte, muchas veces, dista de ser el modelo de ejemplaridad que muchos creen. En las últimas elecciones que coronaron al ahora desgastado Partido Popular (PP) en España, ganó un asiento en el Parlamento Marta Domínguez, para muchos la mejor atleta de todos los tiempos en ese país. El PP la mantuvo en sus listas pese a que Domínguez ya había pasado algunas horas en la cárcel en el marco de una investigación judicial antidoping. Autoridades deportivas y judiciales españolas terminaron absolviendo a Domínguez, que también fue vicepresidenta de la Federación española de atletismo. Investigaciones posteriores a la elección confirmaron, sin embargo, las sospechas y la Federación Internacional de Atletismo (FIAA) ordenó suspender a la deportista. Hoy legisladora, la atleta de Palencia es portavoz del PP en la comisión de Educación y Deporte del Senado que debe debatir cambios en la ley antidoping que prepara España para que Madrid gane de una vez por todas la sede de los Juegos Olímpicos (El Comité Olímpico Internacional votará la sede de los Juegos de 2020 en su asamblea de setiembre próximo en Buenos Aires). Acaso para no irritar al COI, el PP ya adelantó que la atleta campeona y votada por sus admiradores no formará parte del debate. La pusieron en una lista como deportista y fue votada como deportista, pero no podrá participar de un tema central que atañe al deporte. El opositor Partido Socialista (PSOE) anunció a su vez que exigirá la renuncia de la atleta si Domínguez, como se cree, es suspendida por la FIAA.
En Italia, la canoísta Josefa Idem, con un impresionante récord de ocho participaciones consecutivas en Juegos Olímpicos (de Los Ángeles 1984 a Londres 2012, las dos primeras representando a su país de origen, la ex Alemania Oriental), ganadora de 38 medallas olímpicas, mundiales y europeas, era amada por todos. Ninguna mujer en la historia de los Juegos estuvo en tantas ediciones como ella. Nacionalizada italiana, casada con un italiano, dos hijos, y desde 2001 funcionaria deportiva, Idem fue la política más votada en la región de Ravenna en las elecciones de este año. Tenía el currículum casi perfecto cuando el nuevo gobierno la designó el 28 de abril pasado como Ministro nacional para la Igualdad de Oportunidades, Deportes y Juventud. No era sólo su actuación deportiva. El respeto se debía también a cierta autoridad moral que parecía exhibir para opinar sobre cómo el deporte podía enseñarle algunas lecciones a la política. Su imagen sirvió inclusive hace unos años a las autoridades fiscales de Italia para una campaña de TV de pago de impuestos. Duró apenas dos meses en el cargo. Le descubrieron una evasión fiscal. Su última defensa suscitó silencios piadosos: "Tengo ocho Juegos Olímpicos y dos hijos", dijo en conferencia de prensa. Los más duros contra ellas, es cierto, fueron los políticos de los partidos de derecha que hasta hoy defienden al ex premier Silvio Berlusconi, recientemente condenado a prisión por una pesadísima evasión fiscal. El mismo Berlusconi es hoy acaso el mejor ejemplo de que triunfar en el deporte no es, de por sí, garantía de nada. Él, se sabe, era un empresario con fortuna de origen dudoso que precisaba popularidad y votos para defender luego sus negocios privados como premier de Italia. Gracias a la popularidad que logró como exitoso presidente de Milan, al que llevó a la cumbre del fútbol mundial, los italianos lo eligieron tres veces primer ministro.
Hoy, cerca de ir preso, Berlusconi es señalado como uno de los peores dramas que sufrió la democracia italiana en décadas, por su política que endeudó al país y porque ahora, con tal de no ir preso, amenaza a través de sus seguidores con hacer caer al nuevo gobierno, del cual su partido forma parte. Nadie celebra hoy sus decenas de Copas. Aquel Milan glorioso del DT Arrigo Sacchi y de los holandeses Ruud Gullit, Marco Van Basten y Frank Rijkaard.
Un dato grafica como pocos lo engañoso que suele ser el aprovechamiento político del deporte: Berlusconi mismo autorizó hace unos meses a sus jugadores de Milan a que se retiren de la cancha si fanáticos rivales se burlan de los futbolistas negros del equipo. Sus aliados políticos, sin embargo, lideran las burlas a Cecile Kyenge, ministra de Integración del nuevo gobierno, nacida en la República Democrática del Congo, llamada "orangután" por los socios políticos del presidente de Milan.
Que el propio deporte ya no es lo que era lo vimos hace menos de dos meses en Brasil, cuando millones de personas aprovecharon la vidriera de la Copa de las Confederaciones para salir a las calles a protestar. Brasil, "o pais do futebol", dio la espalda a la pelota. En lugar de correr detrás de ella la utilizó para quejarse. "Queremos mejores hospitales y mejores escuelas, no mejores estadios", decían los manifestantes. Fueron protestas que alarmaron a la FIFA, que ahora teme reclamos masivos durante el Mundial que se jugará en Brasil en 2014. Y que preocupan también al COI, porque Río de Janeiro será sede de los Juegos de Verano de 2016. Durante décadas se dijo que el deporte servía al poder político -en democracia y en dictaduras- para aliviar tensiones o distraer al menos por un tiempo. Y que los deportistas eran modelos a seguir. Esos tiempos, por lo que se ve, son cada vez más cortos. Y los deportistas, lejos de cualquier ideal, también son ciudadanos de a pie. Con virtudes como las de cualquier otra persona que trabaja de sol a sol para mantener a sus hijos pero jamás saldrá en la tapa de los diarios. Y también con sus miserias. Como las de todos. Ni más ni menos.