Al mejor estilo de la "pirañas" saquearon por completo un camión con limones en uno de los accesos a San Miguel de Tucumán. El ataque que sufrió el conductor ocurrió ayer, poco después de las 19, sobre el desvío de la ruta 38, a la altura del barrio La Costanera. Marcos Ferreira, de 34 años, conducía un camión antiguo cargado con cítricos. Había salido de una finca situada en Lules y tenía como destino una planta de Los Nogales. Pero cuando empezaba a bordear la capital se reventó una de las ruedas del vehículo y no pudo continuar la marcha.

El chofer estacionó justo enfrente del barrio La Costanera, a la altura de calle Cuba. El sol ya había caído cuando Ferreira se bajó para determinar cuál de los neumáticos era el que se había reventado. En ese momento, un joven se le apareció de repente en medio de la oscuridad y le preguntó si podía regalarle un par de limones. El chofer le respondió que sí y el muchacho quedó en buscar una bolsa en su casa y regresar.

Al cabo de unos minutos, el joven volvió con una bolsa plástica en la mano. Pero ya no estaba solo. Un numeroso grupo de niños, adolescentes y hombres llegaron por detrás. Todos querían llevarse su parte.

Invasión

"Llevense lo que quieran, pero a mí no me hagan nada", fue lo único que atinó a decirles Ferreira, atemorizado por la turba que se había acercado a gran velocidad y comenzaba a trepar por los costados del acoplado.

Según relató el chofer a LA GACETA, algunos individuos cargaban los limones en enormes bolsas de arpillera y se las llevaban repletas. "Menos mal que han llegado ellos -afirmó señalando a los policías- porque si no me llevaban a mí también", agregó Ferreira, todavía asustado.

Uno de los pocos testigos que no se acercó para sumarse al saqueo, y que notó la desesperación del camionero, fue quien llamó a la Policía para alertar sobre lo que estaba pasando. Unos minutos después llegaron varios uniformados en un móvil de la seccional 11ª, a cargo del comisario Carlos Brito.

A los individuos que vaciaban el camión les bastó con divisar las luces del patrullero para bajar a toda velocidad del acoplado y perderse entre los callejones de La Costanera.

Ferreira se quedó parado al costado del camino a la espera de que alguien repara el neumático para poder retomar el viaje y salvar lo que había quedado del cargamento. Los policías le hicieron compañía hasta que pudo continuar la marcha.