"Vivió en medio de tormentas y murió a los 28 años", escribió Juan B. Terán sintetizando la peripecia vital del doctor Marco Manuel de Avellaneda (1813-1841). Agrega que, "en esos breves años azarosos, tuvo tiempo para ser la expresión más brillante de una jornada histórica, su numen y su brazo". Y también, para "redactar páginas políticas de una vibración extraordinaria y de belleza clásica. Ellas nos permiten, ante su carrera deslumbrante y su destino, decir cuán grande espíritu había en su pecho de héroe".

Como es sabido, fue Avellaneda el animador principal del pronunciamiento del norte contra el dictador Juan Manuel de Rosas de 1840. El pronunciamiento fue destrozado en la batalla de Famaillá, y su animador sería degollado por los federales de Manuel Oribe, semanas después, en Metán.

El líder de la Liga del Norte, "joven audaz, de espíritu heroico", fue mucho más que un conspirador, subraya Terán. Fue "un hombre de cultura y de pensamiento: unión, entonces, de acción y de idea". Mientras sus compañeros de causa luchaban a través de la prensa y desde el exilio, Avellaneda "lo desafiaba en su propio teatro, buscando en la acción militar y política la liberación del país".

En ese trajín, "no pudo ser más infortunado, porque perdió la partida en el desigual combate y, si el país no se privó con él de un genio militar, se privó la propaganda liberal del más elocuente y del más ardiente tribuno". Echeverría decía que "no debió ser soldado", y si no hubiera existido la tiranía de Rosas, "la reflexión y la ciencia habrían absorbido su preciosa vida".