Por Alina Diaconú - Para LA GACETA - Buenos Aires
¿Cuál es el reflejo que George Steiner recibe al leer a Borges? Un interesante artículo publicado en The New Yorker en 1970, bajo el título Tigres en el espejo, alude a un Borges ya muy conocido en el exterior como un escritor absolutamente peculiar. El texto pertenece a un libro titulado George Steiner en The New Yorker (Editorial Tezontle, México), con una impecable traducción y un notable prólogo de Robert Boyers. Comprende, justamente, textos escritos por Steiner para esa revista entre 1967 y 1997.
Recordemos que Emile Cioran (sobre el cual Steiner también opina en un ensayo, en ese mismo volumen) consideraba a Borges "el último de los delicados" y lamentaba, al igual que Steiner, su excesivo éxito, que -según el pensador rumano francés- le estaba quitando ya ese misterioso y apreciado halo de escritor secreto. Se refirió a ese aspecto en una carta dirigida a Fernando Savater en 1976 (publicada en Ejercicios de admiración, donde Cioran manifestaba: "La desdicha de ser reconocido se abatió sobre él (Borges). Merecía más que eso. Merecía permanecer en la sombra, en lo imperceptible, permanecer tan intangible y tan impopular como la levedad del matiz". Su idea sobre Borges era que se trataba de "un monstruo espléndido y condenado" a la consagración, lo cual, según Cioran, era el peor de los castigos.
Año clave
Steiner considera que el año clave para el prestigio internacional de Borges fue 1961, cuando se le otorgó -junto a Samuel Beckett- el Premio Formentor.
A partir de allí se multiplicaron los premios, las traducciones, las conferencias a través del mundo, los honores.
También afirma Steiner que Borges tuvo muchos imitadores en cuanto a su estilo. "Hay giros mágicos que muchos escritores, muchos estudiantes dorados de vida perspicaz, pueden simular: la desviación autodesaprobadora que hay en el tono de Borges, el oculto fantaseo de referencias literarias e históricas que salpican sus narraciones, la alternancia de afirmación directa y pelada con sinuosa evasión. (…) Los marcadores heráldicos del mundo de Borges han adquirido amplia difusión".
Todo un análisis con la que Steiner interpreta el universo borgesiano.
Steiner también compara a Borges con Lewis Carroll por convertir "sueños autistas" en esa naturaleza privada, que es exótica y personalísima.
Borges, para Steiner, es un escritor universalista. Afirma que ese universalismo es una estrategia imaginativa, donde "reagrupa elementos de la realidad en la forma de otros mundos posibles". También atribuye ese universalismo a su educación, al dominio de los idiomas, a su ceguera que lo hacía moverse "con seguridad felina por el mundo sonoro de muchas lenguas".Y porque, además, veía el mundo "como un inmenso alfabeto."
Steiner repara en la gran erudición del escritor argentino, en su poliglotía y en las distintas máscaras que -en su apreciación- Borges se coloca en sus textos para ser un criminal de guerra nazi o el irlandés Vincent Moon o el doctor Yu Tsun o el comentarista islámico de Aristóteles.
Steiner advierte también la importancia de la cabalística en la producción de Borges, la función del espejo y del laberinto, y de "los tigres soñados que aguardan detrás del espejo o, mejor dicho, en su silencioso laberinto de cristal".
Lo que le cuestiona al escritor argentino en su obra es su forma de presentar a las mujeres. Como si no tuviesen carnadura, como si no tuviesen un viso de realidad palpable. Salvo Emma Zunz, la única mujer creíble para Steiner, las demás aparecen "desdibujadas, objetos de las fantasías o de los recuerdos de los hombres". "Sabemos que uno de los cuentos que menos le gustaban a Borges de su producción era precisamente el de Emma Zunz, historia real que le había sido contada por una amiga. Steiner hace extensiva esa característica de indefinición casi onírica, donde las figuras parecen flotar, con respecto a algunos personajes masculinos también y a un espacio que siempre es mítico y no social. Según el autor "son estas lagunas, estas intensas especializaciones de la conciencia, las que explican a mi juicio, los recelos de Borges hacia la novela".
Hay un análisis muy laudatorio de varios cuentos de Borges (desde El jardín de senderos que se bifurcan hasta La Intrusa, Pierre Menard, autor del Quijote o de poemas que lo fascinan, como Elogio de la sombra). Steiner dice que tanto Pierre Menard, como La Biblioteca de Babel, Las ruinas circulares, El Aleph, Tlön, Uqbar, OrbisTertius y La búsqueda de Averroes son "lacónicas obras maestras".
Encontramos descripciones muy agudas de Steiner sobre su atmósfera y sus espacios, así como también una indagación en las preferencias literarias de Borges, desde sus maestros locales y primeros compañeros como Macedonio Fernández, Lugones, Carriego, hasta los escritores de habla inglesa, sobre todo las de Stevenson, De Quincey, Kipling y Chesterton.
Con Poe y Baudelaire
A pesar de algunas rajaduras que marca en la narrativa y poética de Borges, Steiner lo premia con elogiosos comentarios, como decir que "Si hubiera producido nada más que Ficciones, Borges estaría entre los pocos soñadores nuevos que ha habido desde Poe y Baudelaire".
Y siguiendo con esa cualidad de "soñador" que le atribuye, dice que "el gran escritor es a la vez anarquista y arquitecto; sus sueños socavan y reconstruyen el paisaje chapuceado, provisional, de la realidad".
Reflexiones de este tenor componen la inteligente mirada de Steiner al dirigir su atención hacia los espejos de Borges. Esos espejos donde Borges creía que las formas se habían congelado, pero que un día, saldrán de él y "antes de la invasión -escribe Borges- oiremos desde el fondo de los espejos el rumor de las armas" (Animales de los espejos).
En el espejo de Steiner reconocemos a un Borges cuya obra no estaba acabada aún -no estaban publicados todavía El libro de arena, La rosa profunda, La cifra, Los conjurados y Atlas, entre otros- pero que ya contenía verdaderos "chefs d'oeuvres" que permiten una visión de esencias.
Gran parte de esos textos -de esos "sueños", como los llama Steiner- son, en su opinión, inalienablemente de Borges. Pero somos nosotros, los lectores, dice Steiner, quienes despertamos de ellos, "acrecentados".
Un universo onírico es el que aparece en el espejo de Steiner cuando mira la misteriosa textura del imaginario de Borges.
© LA GACETA Alina Diaconú - Escritora. Autora de ficción, poesía y ensayos.
PERFIL
George Steiner nació en París, en 1929. Crítico, escritor, teórico de la cultura, es profesor en el Churchill College de la Universidad de Cambridge y en el St. Anne College de la Universidad de Oxford. Considerado uno de los intelectuales contemporáneos más brillantes, sus reflexiones influyeron enormemente en el pensamiento crítico de las últimas décadas. Publicó libros de ensayos, novelas y poesía. Entre ellos, La muerte de la tragedia (1961), Después de Babel (1975), Heidegger (1978), Una idea de Europa (2005), Los logócratas (2003),
Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento
(2005), Los libros que nunca he escrito (2008).