El video -que ha circulado con profusión en los últimos días- muestra a una adolescente que es brutalmente golpeada por otras chicas de más o menos la misma edad. Ya se sabe que la jovencita-que terminó internada en el hospital del Niño Jesús- es una alumna de la escuela media de Arcadia, en el sur tucumano; y que, según fuentes judiciales, fue agredida por sus propias compañeras. Aunque el acoso escolar o bullying no tiene explicación alguna, las amigas de la chica golpeada afirman que a su compañera la castigaron "por linda, y por ser buena alumna". Como si tanta violencia naturalizada fuera poco, el video que muestra la agresión habría sido filmado por los propios compañeros de las adolescentes, que no sólo fueron testigos del hecho sino que, además, lo alentaron. Eso es lo que se infiere de la escucha de la filmación. "A la que gane, la c....", se oye que dice una voz de fondo. Un escenario de riña de gallos, o de perros, o de circo romano, pero protagonizado por adolescentes. Lo ocurrido la semana pasada en Arcadia muestra que el acoso en esas edades está no sólo naturalizado sino, además, incentivado, y llevado al rango de espectáculo, nuevas tecnologías mediante.

El acoso entre adolescentes no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, ese fenómeno se ha disparado, porque en el mundo actual muchos jóvenes están reproduciendo un modelo -el de sus mayores- con valores en crisis. Según un estudio del Observatorio de la Convivencia Escolar de la Universidad Católica Argentina (UCA), un 46% de los alumnos argentinos dice sufrir a veces la violencia indirecta; y un 11 % afirma que la sufre "mucho". A su vez, el 62% de los chicos encuestados para ese informe admitió haber maltratado a sus compañeros a veces y el 6% en forma permanente. La encuesta nacional efectuada entre más de 6.000 alumnos de entre 10 y 18 años, indicó que casi uno de cada cuatro estudiantes dijo tenerle miedo a alguno de sus compañeros, y uno de cada tres entre 12 y 15 años. Los maestros y padres son los últimos en enterarse del problema. Ante reiterados hechos de violencia, el 57% de los niños se calla y del resto, el 70%, se lo comunica a sus amigos, después a los padres y finalmente al docente. Esto hace que se incremente su invisibilidad y sea difícil de prevenir.

Desde disciplinas como la psicología, una explicación a fenómenos como el de la violencia entre adolescentes refiere a la "imposibilidad de hablar", ante un mundo al que se le han terminado las certezas. Sin embargo, aún cuando se acuerde con esos diagnósticos, con eso no alcanza, cuando la violencia alcanza el rango de epidemia. En el caso de la adolescente golpeada de Arcadia, la joven habría sido acosada por sus compañeras. De modo que se impone que el tema sea discutido entre la comunidad escolar, aún cuando la golpiza no se haya concretado en el edificio de la escuela a la que asistían la víctima y sus presuntas victimarias. Precisamente, quienes han estudiado esta problemática han acuñado una figura, la del "triángulo del bullying", que incluye a víctimas, acosadores y testigos. En esta figura, el tercer actor -el testigo- es estratégico, ya que, según sea su reacción, puede estar reforzando las agresiones del acosador, o detenerlas. Al parecer, en el episodio ocurrido la semana pasada en Arcadia los testigos actuaron como cómplices de las agresoras.

En la Legislatura tucumana duermen al menos dos proyectos sobre la prevención del bullying. Si el voto joven es razón de Estado, también debería serlo la vida de esos jóvenes.