"El problema típico es que dos personas quieran hacer algo el mismo día y que uno pida el quincho y el otro no; entonces viene 'de prepo' porque no está acostumbrado a pedirla. Otra cosa muy común es que lleven muchos invitados a la pileta, que suelen ser muy chicas. Está todo bien con llevar a alguien, pero tuvimos casos en los que por un departamento había 10 personas en la pileta", contó un administrador que prefirió omitir su nombre.
Décadas atrás, la convivencia en los barrios generaba usualmente un sentido de pertenencia y tenía un efecto identificador en los vecinos. Las tendencias actuales de urbanización han ido cambiando la noción que teníamos sobre lo que era ser un buen o mal vecino, plantea Agustín Torres, abogado, integrante de proyectos de investigación en ciencias sociales, en la UNT.
"Indudablemente la convivencia, principalmente en edificios, presenta características diferentes en comparación con lo que acontecía décadas atrás. Efectivamente, constituye un rasgo de la dinámica social actual la renovación frecuente de los residentes en los edificios. Esto determina que muchas veces no se llegue a conocer a los vecinos, y que las relaciones sean en algunas ocasiones distantes, cuando no difíciles", señaló el experto.
En los countries, según Torres, se mixturan aspectos de la dinámica del barrio tradicional, como la interacción entre sus residentes, con otros como la privacidad y la seguridad de los departamentos. A pesar de ello, sostiene, estas urbanizaciones privadas se diferencian del barrio convencional, entre otras cosas, porque carecen de la heterogeneidad social que históricamente caracterizó a estos últimos.
"No se debe abandonar el diálogo como herramienta fundamental para superar los conflictos de convivencia que se plantean en los edificios. Es importante que los propios residentes promuevan y gestionen asambleas en la cuales puedan canalizar su inquietudes y resolver las disidencias", propone.