BUENOS AIRES.- El papa Francisco parece decidido a encarar una "revolución" en la Curia Romana y, pese a las responsabilidades que esa tarea conlleva, no deja de ser Jorge Bergoglio y mantenerse atento al acontecer socio-político-religioso del país. Tampoco dejó de mover los hilos de una interna eclesial vernácula, que parece paralizada por su sorpresiva elección pontificia y no acostumbrarse a tener un Papa connacional. Desde su elección pontificia el 13 de marzo, cada nombramiento episcopal de Francisco tuvo un alto impacto puertas adentro de la Iglesia local.

De inmediato, contra todo pronóstico y conjetura, designó a monseñor Mario Poli para sucederlo en la arquidiócesis primada que gobernó con estilo propio durante 15 años. Incluso la filtración desde el Gobierno de la decisión pontificia generó un punto de tensión entre la Casa Rosada y el Vaticano. "No se respetaron acuerdos bilaterales vigentes", dijo el 28 de marzo a esta agencia una fuente de la Nunciatura Apostólica.

Poli intenta acomodarse desde entonces al nuevo escenario político-eclesial y, mientras lo hace, el manejo de la arquidiócesis está en manos de una suerte de "triunvirato" que integra junto a los obispos auxiliares Joaquín Sucumba y Eduardo García. "Nada se hace sin una consulta entre los tres", reveló una fuente doblemente confiable.

En tanto, Poli y sus colaboradores reciben casi a diario "indicaciones" desde Roma y hasta algún "reto" por hacer cosas que desencajan el buen humor del pontífice.

"Saquen eso de inmediato", escuchó del otro lado del teléfono un sacerdote que le decía el Papa, en alusión a una imagen suya de tamaño natural que se colocó en los jardines de la catedral metropolitana, a modo de homenaje. La respuesta no tardó en llegar. La imagen fue retirada del lugar donde estaba emplazada. Es que el culto a los personalismos -explicaron sus allegados- es algo que contrasta con la prédica del pontífice, que ya supo arengar a los fieles reunidos en plaza San Pedro a gritar por Cristo y no por el Papa.

Pero, tal vez, la movida más audaz de Francisco se produjo apenas dos meses después, al promover como arzobispo al presbítero Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), por quien Bergoglio debió interceder ante el Vaticano en 2011 para destrabar su designación en esa casa de altos estudios.

De ese modo el teólogo de confianza de Bergoglio, con una misma opción despolitizada por los pobres y una pluma reconocida desde la redacción del Documento de Aparecida, se convertía en el primer sacerdote argentino en ser elevado al orden episcopal por su compatriota el Papa.

No sólo eso. Bergoglio, mejor dicho Francisco, sumaba de este modo a un "outsider", por no estar a cargo de una sede eclesiástica territorial, para intervenir en la Conferencia Episcopal Argentina en nombre propio y del Papa.

Paradójicamente es el mismo cuerpo episcopal integrado por un grupo que en 2009 supo objetarle y frenarle al entonces purpurado porteño la designación de Fernández al frente de la UCA.

El influyente papel que jugará Fernández quedó claro el miércoles, cuando ante empresarios cristianos nucleados en ACDE transmitió en nombre de Francisco -en lugar de una carta personal como esperaban- un llamado a la paz social y a superar los conflictos mediante el diálogo.

El Papa ya fue incisivo con los obispos argentinos al pedirles en abril un renovado estilo pastoral y misionero, y advertirles que "una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro". "Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma", aseveró. Y enfatizó: "Dios nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del clericalismo de mercado".