Quienes vieron la muestra "365" que María Eugenia Correa presentó en 2010 en el Museo Timoteo Navarro difícilmente olviden aquella sucesión de pequeños dibujos colocados en hilera, a lo largo de las paredes. Los había hecho -uno por día- durante un año. Una especie de diario íntimo, protagonizado por la Nena, una niña pequeña de grandes ojos, y su otro yo, la Mujer.

"Yo apilaba muchas libretas con dibujos que hacía en el colectivo, en un bar, y en ese diario íntimo puse muchas cosas que hasta eran reconocibles para la gente de mi entorno. Fue como exponer mi interioridad. La Nena va descubriendo el mundo, sus pro y sus contras, pero con una ingenuidad que le permite atravesar situaciones dolorosas e ir creciendo -explicó la artista-. La Mujer, en cambio, es una especie de Susanita (de Quino), con su romanticismo exacerbado y lo femenino súper potenciado".

- ¿Dibujás siempre con birome?

- Yo a mis dibujos los hago con lapicera birome porque pasaba mucho tiempo en distintos trabajos y la lapicera me permite dibujar en esos escasos momentos que tengo de descanso, en el colectivo o en un bar. No me los aceptaban en la facultad, porque había ciertas exigencias en cuanto a materiales. Pero creo que hoy la diversidad de materiales es muy amplia. Quedarse con uno y no experimentar qué puede pasar con otro, es limitarse. Sigo enamorada de la birome y de la pintura acrílica.

- ¿Te inspirás siempre en tu propia vida?

- También en cosas de la realidad que a veces leo en el diario y me perturban, o cosas mundanas. Hay mucha mitificación respecto del artista. Se lo considera un ser despegado de la realidad, que vive en una burbuja. Pero no es así. La inspiración muchas veces surge de los otros, de la interacción con los demás, de la historia del otro. Y no creo que exista la obra totalmente original. Puede haber miles de personas que tienen la misma idea, pero sí puedo asegurar que hay una sola persona que lo puede expresar de la manera en que uno lo hace.

- ¿Buscás ser original?

- La línea que uno sigue tiene que ver con lo que quiere transmitir. Últimamente la gente lo que busca es ser original, a costa de lo auténtico. Conozco gente que busca ese mensaje nuevo, impactante, y es como si terminaran expresando algo que quizás no quieren decir. Yo creo que la búsqueda de lo auténtico, del mensaje propio, hace que tu mensaje sea claro. Si bien la gente puede interpretarlo como vos querés o encontrar otra mirada, lo hacen desde lo genuino.

- ¿Por qué representás gente con cabeza de animal?

- Mis personajes tienen características animales y también la postura de los viejos retratos familiares. Yo lo relaciono con eso de que en la sociedad uno tiene que conservar ciertas posturas, mantener una buena apariencia. Por medio de los rasgos animales muestro la verdadera esencia de la persona que está posando. Y se basan en historias reales. Por ejemplo, Mi amiga la gata: un hombre desea domesticar a una persona que tiene un comportamiento comparable al instinto de un animal. Le satisface todos los caprichos, pero ella no deja de lastimarlo porque está en su naturaleza. Una persona tiene distintas facetas, distintas caras. Y la que más se asemeja a la real, justamente, se identifica con las características de un animal.

Premios
La artista ha recibido importantes reconocimientos. Este año obtuvo el primer premio del Salón de Pintura de la Asociación de Prensa de Tucumán, dedicado al derecho a la diversidad, con una obra titulada Los Testigos. Allí representó a un grupo de animales de especies diversas que a veces toman parejas del mismo género, como el mono bonobo, el bisonte o el pingüino barbijo. "Son todos animales que representan algo que se da en la naturaleza y su comportamiento desmiente esa creencia de que la homosexualidad sea algo antinatural -explicó-. En el armado del mensaje trato de poner algo de contenido. No solamente hacer algo bonito, con una técnica atractiva. Que la belleza sea el primer enganche para el espectador, que se acerque para ver la técnica y trate de descubrir cuál es el trasfondo de esa obra. Que se quede cinco minutos viéndola. Si uno quiere realmente disfrutar un trabajo tiene que tomarse cierto tiempo. Uno le pone mucha dedicación pero la gente está acostumbrada a pasar rápido, como en el zapping televisivo, sin prestar atención. Es un desafío lograr que el público se quede frente a la obra tratando de descifrarla".