"Normalmente cuando pensamos en perdonar creemos que le estamos dando un beneficio a la otra persona. Es como si le estuviéramos haciendo el favor de perdonarla. Sin embargo, yo invito a la gente a preguntarse: ¿quién se perjudica más ante la falta de perdón?", plantea la coach ontológica, fundadora del coaching de conciencia, Pía Andújar.

"Si no perdonaste significa que dentro tuyo aún queda resentimiento, y eso es una energía que no vibra con la frecuencia del amor incondicional e impide entrar en contacto con la paz y dicha interior", añade.

El perdón, en este caso, no es perdonar pecados, sino que tiene que ver con la reconciliación, con el aceptar a los demás y aceptarse a uno mismo con virtudes y equivocaciones.

"Desde mi mirada, no podemos sentirnos plenos si hay una parte dentro de nosotros que alberga resentimiento hacia una persona, una situación que no aceptamos o hacia nosotros mismos. En ese sentido, perdonar no se trata de liberar a otro, sino de sanarnos a nosotros mismos para volver a encontrar la paz", aclara la profesional. Mary D., de 53 años, empleada, madre de tres hijos, coincide con lo planteado por Andújar. "Yo vivía en conflicto con mis padres. Ellos murieron de manera trágica cuando yo era niña, y siempre les reprochaba que nos hubieran abandonado a mí y a mis hermanos", relata.

"No pensaron en mí"

"Cada vez que pensaba en ellos -continúa- sentía mucha bronca. Y si lloraba lo hacía más de rabia que de tristeza. Yo aseguraba que ellos habían decidido su muerte sin pensar en sus hijos".

Esa creencia llevó a Mary a creer que los "buenos padres" son aquellos que viven para y por sus hijos. "Pero la mía no era una actitud de entrega sincera; lo hacía todo como una obligación y pocas veces disfrutaba. No pude criar a mis hijos con alegría", confiesa. Y también juzgaba en forma negativa a las personas que no respondían a ese patrón que ella había establecido. "Si una amiga tenía un hijo enfermo, yo no podía entender que no estuviera todo el tiempo al lado de la cama atendiéndolo, y consideraba que no era una buena madre", recuerda ahora.
Desde que inició el proceso de reconciliación con sus padres, su vida fue cambiando. 

Reconocimiento

"El primer paso fue reconocer que no los había perdonado, y aceptar que, aunque los quería mucho, también les tenía bronca", admite.

"Me llevó muchos años hacer este cambio. Uno de los ejercicios consistió en reconocer lo que me pasaba en relación con mis padres y 'guardar' esa situación en un cofre imaginario hasta que estuviera en condiciones de enfrentar el hecho de su muerte", explica.

Tuvo que esperar varios años más, hasta 2010, cuando el resentimiento acumulado "saltó" durante un retiro de estudio y reflexión y comenzó a trabajar la reconciliación.

"Alivio enorme"

"Este proceso terminó hace pocos meses. Y realmente me siente liberada. Es un alivio enorme, y una gran satisfacción interna poder recordar ahora a mis padres y decirles que los amo", añade sonriendo.

"Mi vida fue modificándose en varios aspectos: me siento en paz, me acepto más a mí misma y bajé los niveles de exigencia hacia mí y hacia los demás. Entendí que mis padres hicieron lo que pudieron y nos dieron a mí y a mis hermanos lo mejor que pudieron. Y hasta pude agradecerles porque me dieron la vida", detalla Mary.

Agrega que actualmente puede disfrutar cada actividad que realiza con sus hijos -ya casados todos- y con sus nietos. "No hago nada por obligación, sólo por amor, y veo que mis hijos también se sienten más libres", puntualiza.

Autocastigo

"Es tan importante el perdón hacia los demás como hacia uno mismo", insiste Andújar. "Es común que, si no nos perdonamos, ese sentimiento se traduce en culpa o vergüenza, y por lo general, tendemos al autocastigo, advierte". "Al perdonar y perdonarme, renuncio a darle vueltas a los viejos problemas y a seguir viviendo en el pasado. Me hago cargo de mi propio comportamiento", finaliza la coach.

Cerrá los ojos y experimentá la reconciliación

Con un simple ejercicio podés experimentar la sensación de liberación que da perdonar a otros y perdonarse a uno mismo. La coach ontológica Pía Andújar sugiere la siguiente práctica:

• Escribí el nombre de cada una de aquellas personas a quienes sientes que todavía no perdonaste. Al lado, anotá lo que, según vos, ellas te hicieron.

• Luego cerrá los ojos e imaginate que mantenés una conversación con cada una de ellas.

• Deciles cómo te sentiste por lo que hicieron.

• Luego declará: "Te perdono, te libero y me libero".

• Hacé esto con cada persona de la lista.

• Cuando terminés, rompé la lista y tirala, en señal de que eso ya quedó en el pasado y de que a partir de ese momento iniciás una nueva etapa.

Podés considerar también la posibilidad de tener una conversación cara a cara con alguna de las personas de la lista para expresarle personalmente lo que sentís.

Después te toca un ejercicio más interesante todavía.

• Hacé una lista de todas las personas que a lo largo de tu vida, según vos, perjudicaste de alguna manera.

• Al lado de cada una escribí lo que hiciste.

• No te olvidés de incluirte a vos mismo.

• Anotá las cosas por las cuales todavía no te perdonaste, por aquello que hiciste y que pensás que no deberías haber hecho.

• A continuación, cerrá los ojos e imaginate que mantenés una conversación con cada persona de la lista.

• Deciles lo que hiciste y luego declará: "Te pido perdón".

• Imaginá que la otra persona te perdona.

• Hacelo con cada persona de la lista.

• Cuando hayás finalizado, rompé y tirá la lista en señal de que eso ya quedó en el pasado y de que iniciás una nueva etapa.

Este ejercicio podés repetirlo todas las veces que te haga falta. Lo que vayás sintiendo al terminarlo te dará la pauta respecto de si hubo o no una verdadera reconciliación con esas personas y con vos.