La valija se trabó en el scanner, retrocedí para empujarla pasando otra vez por el control de metales y el "bip-bip-bip" sonó sin parar. Entré en pánico. En otro aeropuerto podría haber sido una maniobra fatal, pero estábamos en Fiuminicino, en el aeropuerto de Roma: los inspectores se rieron entre ellos para ver quién debía moverse primero y uno de ellos, tras ver el pasaporte argentino, mandó saludos "para il grande 'Batigol'", por su ídolo Gabriel Batistuta, cañonero histórico de su amada Fiorentina.

Italia, muchas veces, es como estar en casa. Para bien y para mal. ¿Por qué entonces nuestro fútbol debería parecerse más al actual juego de toque y posesión de "la madre patria" España y no al más físico y utilitario de Italia? Vengo de estar unos días en ambos países, hablando de fútbol con ex jugadores como Johan Cruyff y Dino Zoff y con periodistas amigos de diarios como "El País" y "La Gazzetta dello Sport". En el medio, España aplastó 4-1 a Italia en la final europea del Sub 21 con tres goles de Thiago, el compañero de Lionel Messi que no tiene puesto en la formación titular de Barcelona. Lo mismo que sucede con Tello, Bartra y Montoya, también figuras del Sub 21 que dio a España su sexto título europeo consecutivo: dos en mayores, dos en Sub 21 y dos en Sub 19, todos con un mismo estilo elogiado en casi todos lados, pero que, sólo en Italia, recibió hasta un libro crítico, que llevó el despectivo título de "Contro il Tiki-taka".

La TV española trasmitió en diferido los partidos del Torneo Final que coronó a Newell's no sólo campeón, sino también como acaso el único equipo que propuso un fútbol de riesgo en un campeonato que, otra vez, fue dominado por el resultadismo a la italiana, lejos, cada vez más lejos, del preciosismo español. Curioso: mientras las selecciones italianas, tras la decepcionante caída en primera rueda de Sudáfrica 2010, arriesgan más y quieren iniciar una nueva era de renuncia al catenaccio, el fútbol argentino parece cada vez más aferrado al utilitarismo. La historia y los procesos no son tan lineales, generalizar es malo y no todo es blanco y negro. Pero la liga argentina debe ser la que más cerca está, entre las de primer nivel del fútbol mundial, del histórico y célebre catenaccio italiano.

Simplificado y demonizado, el catenaccio alcanzó categoría de dogma en el fútbol mundial. Como lo hizo en los 70 "el fútbol total" de la "Naranja Mecánica" holandesa de Johan Cruyff. O como lo intenta hacer en estos años el "Tiki taka" de España, basado en una generación de talentos de Barcelona que, por lo que se está viendo en la Copa de las Confederaciones de Brasil, parece dispuesta a seguir dando batalla.

Históricamente identificado con Italia, el catenaccio tiene sin embargo como primeros antecedentes, ambos en la década del 30, al austríaco Karl Rappan con el Servette y la selección suiza, y al francés Robert Accard, señalado como el primero que usó la figura del líbero, el hombre que sobraba en defensa para salvar las emergencias.

Uno de los designados para ocupar ese puesto, en el Olympique Charleville Mezieres fue un tal Helenio Herrera, el célebre "HH" que, tres décadas después, como DT del exitoso Inter de los años 60, se autobautizó como el inventor del catenaccio.

Su Inter ganó dos Copas de Europa, tres campeonatos italianos y dos Copas Intercontinentales, con apellidos míticos como los de Burgnich, Facchetti, Suárez y Mazzola. Y compartió reinado en la Europa de los '60 con el Milan de Nereo Rocco, para los italianos el padre del catenaccio. El Calcio ganó patente de invencible y el catenaccio se convirtió en el sistema táctico patrón del fútbol mundial.

"HH" era un ex obrero de Citroën que, supuestamente, nació en 1910 en el Tigre, creció en un conventillo de Palermo y terminó dirigiendo a Barcelona y a Inter, en medio de obsesiones tácticas, sicología y yoga. Rocco, de quien era amigo, era gritón, extrovertido y cínico, levantó reses en la carnicería de su padre y casi actúa en Amarcord, un gran filme de Federico Fellini.

El catenaccio, "cerrojo", en su traducción más exacta, fue el nombre que el periodista Gianni Brera impuso a un duro sistema defensivo que el propio cronista justificó a partir de una supuesta desventaja física y acaso sicológica en la Italia de la posguerra: no somos tan fuertes como los otros y, por eso, nos agruparemos organizados en defensa y aguardaremos hasta que el rival se descuide para asestarle un contragolpe.

Eso sí, para organizar ese contragolpe, el catenaccio, aunque para muchos sea paradójico, precisó de dos de los más talentosos números 10 que tuvo en toda su historia: Sandro Mazzola en el Inter de "HH" y Gianni Rivera en el Milan de Rocco. El DT Ferruccio Valcareggi casi jamás se animó a hacerlos jugar juntos en la selección italiana que fue subcampeona en el Mundial de México 70. Cayó 4-1 en la final ante un Brasil que, en cambio, sí se animó a atacar con cinco números 10: Jairzinho, Tostao, Pelé, Gerson y Rivelino.

El DT Enzo Bearzot en España 82 y Marcello Lippi en Alemania 2006 ganaron sus Mundiales con un sistema bien italiano, que, aún con matices, hizo recordar al viejo catenaccio. En el 82 después de tres penosos empates en una pobrísima primera rueda y en 2006 con el recordado insulto de Marco Materazzi y el cabezazo y expulsión de Zinedine Zidane que afectó a Francia en una final dramática, que Italia terminó ganando por penales.

Lo dicho: tras la caída en primera rueda de Sudáfrica 2010, Italia, ahora con el DT Cesare Prandelli quiere enterrar el catenaccio. Pero sus técnicos, supuestamente porque tienen fama de asegurar resultados, siguen cotizando. Podría haber hasta cinco DT italianos en el próximo Mundial de Brasil 2014: Prandelli (Italia), Alberto Zaccheroni (Japón), Fabio Capello (Rusia), Giovanni Trapattoni (Irlanda) y Gianni De Biasi (Albania).

A ellos se suma Carlo Ancelotti como nuevo DT de Real Madrid, casi una selección más. En el Torneo Final de Argentina no hay técnicos italianos. No hacen falta. Su escuela, la vieja escuela de catenaccio, sigue en nuestras canchas en plena vigencia.