Eduardo Luis Fracchia - Investigador de la IAE Bussines School

El escenario macro de la Argentina se presenta frío respecto a una región en expansión. Hasta 2015 se espera un crecimiento bajo debido a las inconsistencias de un modelo que se agotó hace tiempo, y el desequilibrio principal es la inflación. El acuerdo de precios de comienzos de año ha sido una medida sistemática del Gobierno por estabilizarla, pero pareciera que tuvo escaso resultado. Un plan agresivo está pendiente, aunque parece que no lo veremos hasta el final de la gestión actual. El congelamiento de 500 productos no moverá tampoco la aguja. Aunque no parece que vaya a escalar, tampoco se ve claro que pueda descender fácilmente. La inflación, instalada en dos dígitos desde 2007, obedece a los siguientes factores relacionados, a su vez, entre sí:

- Desequilibrio fiscal: se agudiza después de varios años de superávit primario. La tentación de recurrir al financiamiento mediante impuesto inflacionario es importante. El déficit fiscal de la Argentina es todavía menor a los valores de los países europeos, que transitan una crisis de deuda, pero ya se encuentra cercano a 3,5% del Producto Bruto Interno (PBI), superior al déficit fiscal promedio de la convertibilidad.

- Insuficiencia de inversión: la falta de oferta supone que la demanda agregada presione sobre los precios.

- Expansión monetaria: tenemos un Banco Central cautivo del Poder Ejecutivo. La modificación de la Carta Orgánica facilita los préstamos del Central al Tesoro. El programa monetario presentado en diciembre pasado no es un ancla para contener la expansión de la Base Monetaria. Esta tasa de expansión es elevada, cercana al 38% anual, y contribuye directamente a la inflación. La mitad del déficit fiscal se financia, en la práctica, por emisión.

-Puja distributiva: la presión constante de los gremios para elevar los salarios en el marco de las paritarias ha generado costos laborales crecientes que se trasladan a los precios.

- Estructuras oligopólicas de los mercados. Las cadenas de valor forman precios que se originan, en algunos casos, en prácticas no competitivas. Este argumento es utilizado por economistas heterodoxos, a veces en forma exagerada, ya que entre 2004 y 2006 no había inflación y la estructura industrial era básicamente la misma.

- Gasto público: este factor se vincula estrechamente al argumento del déficit fiscal. Es sabido que durante el kirchnerismo el gasto público consolidado en relación al PBI ronda el 50%, cuando fue, aproximadamente, de 30% en los años de las presidencias de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem.

- Ausencia de "termómetro": falta una medida oficial sobre el incremento de precios. Recientemente el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha elaborado un Índice de Precios al Consumidor (IPC) que, como el de otras provincias, es útil para seguir la inflación nacional. Ante esa realidad, la incertidumbre colabora en incrementar la inflación que ajusta hacia arriba.

- Inercia: la suba de precios fija expectativas para el futuro. En la psicología de los agentes, el piso es 25% ¿Cómo está Latinoamérica en este frente? En general, la situación está bajo control. Venezuela es una excepción y posee una inflación en niveles cercanos al 25%. El resto de los países de la región se caracteriza por funcionar con "metas de inflación", compatibles con regímenes de tipo de cambio flexibles que son los que se han extendido en la región. En el mundo podría decirse que la inflación ha desaparecido. Sólo cinco países tienen una inflación superior a 20% y un grupo de 15 naciones tienen una inflación de entre el 10% y 20%.


El producto de la mala praxis oficial

Franco Eugenio Nanni - Economista y docente de la UNT

Nunca los congelamientos de precios funcionaron ; y no van a funcionar tampoco ahora. El sistema de precios tiene como función principal asignar recursos (que son escasos) para que se utilicen de la mejor manera. Por ejemplo, al fijar un precio para la energía que está por debajo del costo de generarla, lo que ocurre es que el sistema de generación (de producción) va a colapsar por falta de inversiones. Otro ejemplo válido es que si se fija el precio de los huevos por debajo de lo que cuestan (criar las gallinas, pagar a los empleados, envasar y distribuir) el resultado es que ¡nos quedaremos sin huevos!

Al tener una estructura de precios congelados o fijados lo que ocurre (sin excepción) es que el consumidor va a tener dos mercados: uno de precios fijados y sin productos y otro de precios "negros", en el se consigue el producto pero más caro. Lo hemos visto en Cuba, en Venezuela y en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS), antes de la caída del Muro de Berlín. Una ama de casa en Rusia perdía cuatro horas por día, simplemente para conseguir los productos cotidianos para la alimentación. Esta operación, en un sistema de precios libres, lleva solamente algunos minutos.

Debido a que la inflación no surge por culpa de los almaceneros, o de los supermercados, sino por mala praxis del Gobierno, no tiene sentido pretender combatirla persiguiendo a los comerciantes. En todo caso, de lo que se trata, simplemente, es de administrar correctamente la moneda. Ahora, si se pretende financiar al Estado emitiendo moneda (dado que es posible crear dinero pero no es posible "emitir" bienes), el resultado es clarísimo: la inflación. Tanto la política fiscal como la monetaria que lleva adelante este Gobierno revela un grado de impericia que sorprende.

Tras un acuerdo con los supermercados, el congelamiento de precios comenzó en febrero, con una lista de 10.000 productos, durante un lapso inicial de 60 días. Al cabo de este período, el Gobierno extendió la medida hasta octubre, cuando se concreten las elecciones legislativas. Sin embargo, se mantuvieron congelados los valores de 500 artículos de la canasta básica.

La "heterodoxia" aplicada por ellos se parece al caso de un enfermo terminal que recurre al curandero del barrio para calmar su desesperación en lo inmediato, pero luego el enfermo se agravará y ya será tarde para volver a la "ortodoxia". Entre las medidas "heterodoxas", aplicadas por el Gobierno, figura el tipo de cambio fijado en niveles que no reflejan el valor verdadero del dólar, otro caso más de precio fijado por debajo del equilibrio, con escasez de aquello cuyo precio se establece (en este caso en dólares).

La crisis del azúcar

Debido a que la industria azucarera necesita exportar para desprenderse de los excedentes, y evitar la caída del precio interno, el tipo de cambio fijado por debajo del equilibrio (dólar barato) afecta a la industria azucarera (y en realidad a toda actividad exportadora). En otras palabras: la crisis del azúcar se debe a los precios bajos, los precios bajos se deben a que no hay estímulos para exportar y la falta de exportaciones se debe al tipo de cambio fijado "a la baja".

Por último, para eliminar gradualmente la inflación no queda más recurso que administrar correctamente (sin mala praxis) la moneda, esto significa que el Estado no puede emitir por encima de la tasa de crecimiento del producto real. Si lo hace tendrá inflación y no bastará con un millón de "Morenos" o de brigadas rojas cuidando los precios.