Los cuatro emprendimientos que dejaron inaugurados el jueves, a su paso por Tucumán, la presidenta Cristina Fernández, y el gobernador José Alperovich, son, sin duda alguna, obras de alto impacto para la calidad de vida presente y futura de miles de comprovincianos. La planta de tratamiento de efluentes cloacales de San Felipe, diseñada para procesar los residuos cloacales que generan 600.000 habitantes, era una deuda impostergable, dado que la planta que funcionaba antiguamente en el mismo predio apenas tenía una capacidad de tratamiento de desechos cloacales para 200.000 personas.
En cuanto al hospital "Eva Perón" o "del Este", era, también, una obra necesaria; al margen de cuál haya sido en su momento el motivo por el cual se decidió emplazarlo en ese punto -en el municipio de Banda del Río Salí- es innegable que servirá para descentralizar los servicios dedicados al segmento materno-infantil del área Este de la provincia, que concentra una población de 300.000 personas.
En cuanto a la inauguración de la última etapa del megabarrio "Lomas de Tafí", es evidente que ese emprendimiento de 5.000 unidades contribuye, por su volumen, a mitigar la falta de vivienda que padecen miles de tucumanos. El otro tema que ocupó el jueves a la Presidenta y al gobernador José Alperovich fue la inauguración de una escuela -la Diego de Rojas- cerca de donde funcionó el centro clandestino de detención conocido como "la escuelita" de Famaillá.
Como se observará, los gobiernos nacional y el provincial respondieron así a problemas acuciantes de cuatro áreas vitales como salud, medioambiente, vivienda y educación. En el caso de Famaillá, a la flamante escuela se suma la promesa de que se levantará una Casa de la Memoria donde antes funcionó un centro de tortura durante la última dictadura.
Sin dejar de ponderar las obras antes señaladas, no podemos menos que observar el momento elegido para la inauguración de esos emprendimientos, en plena época electoral. Sabemos que la habilitación de la gran obra pública en tiempos de campaña política es una gran tentación. Sin embargo, estamos convencidos de que la grandeza del estadista se mide en sus acciones superadoras de la coyuntura; en aquellas obras que muy probablemente serán iniciadas por un gobernante y serán inauguradas por otro distinto. En ese sentido, nos parece que la planificación y ejecución de obras para la comunidad deberían ser definidas deponiendo cualquier interés sectorial y poniendo por encima los intereses de todo el colectivo. De todos modos, Tucumán tiene en su agenda inmediata la más importante celebración de la patria: la del 9 de julio de 2016. Con seguridad, cada repartición estatal (municipal y provincial) tiene en carpeta un listado de prioridades a desarrollar, con miras a que esos emprendimientos sean inaugurados en esa fecha.
No obstante, es de esperar que en ese paquete figuren proyectos de auténtico impacto en la población tucumana, independientemente de que puedan o no ser ejecutados en su totalidad en el lapso de tres años. Pensamos, en particular, en las impostergables obras hídricas de mayor o menor escala que ayuden a reducir el impacto de la sequía en la provincia. Es probable que la ejecución de alguna de esas obras no esté resuelta en 2016. Sin embargo, ya lo dijimos antes, la grandeza del estadista se mide en sus acciones superadoras de la coyuntura.