En julio de 1828, el gobernador José Manuel Silva (1776-1848) pidió a su compadre, el futuro obispo José Agustín Molina (1773-1838), que lo ayudase en los próximos festejos patrios, que se desarrollarían en la Casa Histórica. La carta se publicó muchos años después, en una nota evocativa de "El Liberal" del 10 de julio de 1859. La transcribimos con algún mínimo retoque en la puntuación.

"Los jóvenes y las niñas -explicaba Silva- me han metido en un laberinto que no me entiendo: están por entoldar el patio y el naranjo que queda en medio. Quieren formar una pirámide y para adornar el salón que se proponen improvisar, se han empeñado conmigo para que me interese con usted a fin de que se tome la molestia de componer cuatro décimas alusivas al glorioso aniversario que celebramos, para colocarla en los cuatro frentes". Se refería a los cuatro frentes de la pirámide que iban a levantar.

Seguía Silva: "Yo bien sé, compadre, que esto es un petardo, pero que le será de fácil improvisación, porque los recuerdos de este gran día lo han de tener inspirado. Los ruegos y el entusiasmo de los jóvenes han obligado a su compadre a dar este paso".

Molina era, según Avellaneda, "poeta repentista e instintivo". Ni lerdo ni perezoso, redactó y envió a Silva las décimas pedidas. Empezaban: "¡Que bello día, argentinos!/ Este es, este es el gran día/ en que vuestra Patria y mía,/ fijó sus altos destinos./ Hoy, hoy se abrió los caminos/ hacia el Templo de la gloria./ ¡Oh, Nueve! Mientras la historia/ se adorna con tus blasones/ ¿Qué hay a nuestros corazones/ más dulce que tu memoria?"…