Una noticia significativa para el Noroeste Argentino, y en especial, para Salta, se difundió hace pocos días. El gobierno de la vecina provincia confirmó que el famoso arquitecto tucumano César Pelli desarrollará en la capital un nuevo mirador para el cerro San Bernardo y un museo cultural, ubicado a cuatro cuadras de la plaza 9 de Julio. El jefe del Poder Ejecutivo, Juan Manuel Urtubey, y el intendente capitalino, Miguel Isa, visitaron en New Haven, en Connecticut, al mentor de la Torres Gemelas de Kuala Lumpur.
En su estudio, donde trabaja un centenar de profesionales, se bosquejaron el mirador -se hará con fondos privados- y el museo cultural -con recursos estatales-. "El desarrollo es maravilloso y con integración plena y trabajo mancomunado podemos crecer como ciudad, como provincia", afirmó el gobernador, que agradecieron la acogida de Pelli y el paseo que hicieron junto a él por la renombrada Universidad de Yale, en cuya Facultad de Arquitectura el tucumano fue decano durante ocho años. No será, por cierto, el debut de Pelli en territorio salteño. Su primera obra la proyectó en 1949 en Campo Quijano, cuyos destinatarios fueron sus suegros. Hace cuatro años, la casa fue declarada patrimonio cultural por el gobierno de esa provincia.
A diferencia de su vecina, Tucumán aún no cuenta con una obra emblemática de su renombrado hijo, que el año pasado obtuvo el Konex de Brillante y en febrero pasado estuvo postulado al Premio Pritzker 2013, el máximo galardón mundial en materia de arquitectura. El galardón había sido recibido anteriormente por Norman Foster, Frank Gehry, Oscar Niemeyer, Wang Shu y Frank Lloyd Wright, entre otros nombres salientes de la historia de la arquitectura.
Sin embargo, hubo un intento de que Pelli dejara su huella en su tierra natal. A fines marzo de 2001, durante su visita a los Estados Unidos el entonces gobernador Julio Miranda, acompañado por su ministro de Economía, José Alperovich, y su secretario de Cultura, Ricardo Salim, visitaron al arquitecto para presentarle el proyecto de la construcción del centro cívico para San Miguel de Tucumán. El gobierno planeaba financiar los $20 millones del costo de la obra con la venta de activos. Se dijo en la oportunidad que se trataba de una obra de gran significación para evitar el creciente gasto de la estructura estatal y el costo en alquileres, estimado en ese entonces $6,7 millones. El centro cívico iba a permitir un ahorro anual de $3 millones. Sin embargo, la crisis económica y política de 2001 impidió que el asunto prosperara.
El arquitecto, de 86 años, regresó a Tucumán en 2012. En la ocasión, afirmó que estaba interesado en diseñar una obra pública para su ciudad, pero dijo que no dependía de él. "Esa definición es del Gobierno de Tucumán. Sin duda, me gustaría hacer un edificio de cierta importancia para celebrar los 200 años de la Independencia. Pero, insisto, no es mi función decidir qué sino interpretar el qué y darle forma arquitectónica", dijo.
Parece increíble que no se haya vuelto sobre el proyecto del centro cívico o se haya pensado en otra obra trascendente, teniendo en cuenta que en la última década, Tucumán recibió abundantes fondos de la Nación y se dio el lujo de erigir una sede legislativa, cuyo costo declarado fue de $130 millones. Esto no hace más que reflejar una vez más la mezquindad de la clase dirigente con los artistas, profesionales y científicos que prestigian a Tucumán en el mundo. "De cierto os digo, que ningún profeta es aceptado en su propia tierra", dijo hace 2000 años el profeta de Belén. Tucumán está a tiempo aún de convertirse en una excepción.