Estudiaba Letras y trabajaba en una empresa exportadora de carne. Un día, el que iba a ser su suegro, le propuso probar con el periodismo. "Me acerqué al oficio de casualidad", dice con una sonrisa sincera. Todavía recuerda aquel 3 de agosto de 1969 en el que puso los pies por primera vez en la Redacción del diario La Razón. "Me cautivó la sensación de libertad y de vida. Salía del diario a veces de madrugada; entonces veía a la gente amaneciendo y me gustaba saber que mi rutina era distinta. También estaba esa cosa propia del periodista, que se siente protagonista sólo porque se entera primero de las noticias. Pero nunca lo es: lo nuestro es observar e interpretar; ser, más bien, testigos". Roberto Guareschi (1945, Buenos Aires) llegó a dirigir Clarín y a participar de la procreación de Clarin.com, y también llegó a retirarse justo a tiempo -hace una década- para muchas cosas: entre ellas, para arar el terreno periodístico de una forma más apaciguada y reflexiva. Con él se está ante un colega que entiende todo. Que, por ejemplo, mira el grabador como evocando el sinnúmero de conversaciones desgrabadas -actividad fatigante si las hay- durante una carrera que empezó cuando grabar audio todavía era una rareza.

En un desayuno matizado por la explosión inesperada de una bolsita de azúcar, Guareschi admite soñadoramente que de su pasado en la Redacción (con mayúsculas para distinguir a la "fábrica de noticias" de la escritura) extraña la concepción colectiva de un titular. "Hay creación en el periodismo aunque esa palabra esté reservada al arte", suelta elevando ligeramente la cabeza como si estuviese rezando una plegaria.

-¿Por dónde está yendo el oficio?

-Con la aparición de la red, la prensa comenzó a perder el control de la mediación de la información. Antes, si alguien quería publicar algo, no tenía más remedio que acudir a los medios dominantes. Eso no ha desaparecido, pero internet acarreó un proceso de "desintermediación" porque los ciudadanos tienen herramientas para publicar por medio de las redes sociales, los blogs, etcétera. Esto permite una especie de "democratización" entre comillas del periodismo. Lo interesante es que pese a que este proceso está en marcha y crece, la mayor influencia aún proviene de los medios establecidos. En paralelo y al lado del periodismo cívico o ciudadano, está surgiendo el llamado periodismo de marcas, que es el practicado por grandes compañías y que supone una evolución de la comunicación institucional hacia un estadio más refinado e inteligente...

-¿Empresas de toda especie han decidido presentar información de su interés con estándares periodísticos?

-Tal cual. Coca-Cola lo hace, por ejemplo. No es la propaganda burda de las agencias de prensa, sino el empleo del oficio para elaborar información vinculada a los objetivos comerciales y a los del mercado de referencia. El periodismo de marcas y el de ciudadanos está logrando productos cada vez más interesantes y eficaces. Y en los grandes grupos de medios, como Clarín, Disney, etcétera, el periodismo terminará siendo subvencionado por las otras unidades del conglomerado, pero no va a desaparecer porque es importante como influenciador o gestor de negocios.

-¿La prensa que pretenda ser creíble debe hacer un blanqueo total de sus intereses?

-Es difícil hablar de eso en la Argentina del conflicto entre el Gobierno y los medios. La gente está hipersensibilizada y atenta. A veces incluso entra en una paranoia. Pero si la población en general tuviese la lucidez necesaria para analizar los intereses ocultos en la información, no habría votado a los mamarrachos que votó a lo largo de la historia. La gente suele tragarse lo que dicen los medios sin cuestionarlos. La otra paradoja es que la prensa cumple una función esencial en la democracia porque, como dice Julián Gallo, un amigo, entre la ciudadanía y el poder sólo hay medios. Por eso el Gobierno se desespera por tener los suyos aunque, al fin, estos consigan un escasísimo poder de influencia. Su canal más eficaz se llama Cristina Fernández de Kirchner: ella es la única capaz de instalar temas por medio de Twitter y la cadena nacional.

-Volvamos al periodismo, ¿qué ha quedado del oficio tal y como este fue entendido durante el siglo pasado?

-En la década de 1970 tenía la sensación de que nosotros fabricábamos las noticias. Esa capacidad no se ha perdido: el periodismo es demasiado importante en la sociedad como para que desaparezca.

-¿La prensa gráfica debe hacerse cargo del reto de profundizar la información?

-Estoy de acuerdo. El periodismo siempre tuvo esa función y nunca la desempeñó muy bien. Mejor cumple su cometido el periodismo cuando los periodistas son conscientes de que deben ayudar a los ciudadanos a entender lo que pasa. El problema es que los periodistas no se conciben como productores de conocimiento: sólo se creen usinas de información. Y todavía siguen trabajando con la inercia del monopolio de la mediación...

-¿Qué dirías al adolescente que sueña con ser periodista?

-Que no estudie periodismo, sino lo que le gusta: música, medicina, abogacía, informática... Después, que traslade eso al periodismo. Esto es un oficio, no una profesión: hay que saber algo, tener una perspectiva que enriquezca la mirada. De la ignorancia salen periodistas de cuarta. Hay que ser conscientes de que no podemos dejar de aprender porque, de lo contrario, esta actividad nos embrutece. Uno hace periodismo con todo lo que uno es.