Leyendo espantaba a los fantasmas que religiosamente llegaban a su cama de niña durante las noches de los fines de semana. Entonces, leía con voracidad. Un libro por jornada nocturna hasta que la claridad se apersonaba. "Tenía insomnio selectivo. Dormía bien durante los días que había escuela", precisa. Una cosa llevó a la otra y, un día, empezó a escribir cuentos. Una cosa llevó a la otra y, un día, su mamá le sugirió probar con el periodismo. Y otro día, una maestra de quinto grado, Leonor, le presentó la -entrañable- revista La Maga. Josefina Licitra (1975, La Plata) en seguida se inscribió en TEA, el taller-escuela-agencia fundado por los hacedores de aquella publicación. Tenía 19 años cuando debutó como periodista. Tiempo al tiempo para colaborar en medios argentinos y extranjeros; para escribir libros-reportajes que, ¡caramba!, se leen de un tirón en una noche, como el recomendadísimo "Los otros", y para convertirse en una referencia del periodismo narrativo en español, ese género que allá lejos y hace tiempo desarrollaron ases de la especie de Truman Capote y Tom Wolfe.
La palabra de Licitra no deja títere sin cabeza. Dice "Tucumán" y de inmediato piensa en "Historia de una mujer bomba", perfil que escribió en 2007 sobre Susana Trimarco y que Gatopardo incluyó en el número 86. Licitra acaba de terminar una clase de crónica periodística en el bar Orsai, en San Telmo, y está lista para hablar del periodismo que practica y enseña mientras hinca el diente -bien despacio- a una soberbia tortilla española.
-¿Qué es el periodismo narrativo y para qué sirve?
-Todo es periodismo. Da la sensación de que la crónica periodística es una etapa superadora del periodismo y, en realidad, es periodismo elaborado con más tiempo y más páginas. Consiste en un trabajo sobre los hechos o lo real muy intervenido por las normas narrativas propias de la literatura, que siempre se creyeron patrimonio de la ficción. Esta crónica implica contar una historia de un modo muy seductor sin que ello signifique inventar o falsear datos. Tiene que haber un correlato exacto entre los personajes de la historia y la realidad.
-Entonces, no se trata de abrazar el realismo mágico...
-Uno puede desarrollar un personaje, construirlo narrativamente, darle volumen y hacerlo creíble, siempre que todo eso suceda en los hechos. Me parece que este es el único terreno donde el periodismo gráfico puede ganar algún tipo de batalla. Por lo general, el periodismo gráfico siempre llegó tarde: primero, respecto de la radio; después, de la televisión y, por último, de internet, donde existe Twitter, que es la apoteosis de la velocidad. Las primicias prefieren otros soportes, como las versiones "on line" de los diarios. Entonces, una forma de no quedar doblegado por esta situación es apostar no tanto a la velocidad sino a la profundidad. Ya que el diario no puede ganar cuando la flecha está en horizontal, que juegue a poner la flecha en posición vertical y vaya a fondo. El periodismo narrativo lleva las cosas a un terreno que no está afectado por la falta de tiempo para leer o la digitalización de los hábitos de lectura porque siempre hay deseo para leer lo que está bien contado: o tal vez esa sea mi ilusión.
-¿Es el renacimiento del periodismo narrativo una especie de reacción contra la "infoxicación" o sobrecarga de información superficial?
-Puede ser que el periodismo narrativo venga a rescatar algo perdido, que es la lectura en extenso o la búsqueda de profundidad. No digo que lo rescate, digo que hay un imaginario que va en ese sentido y que contrarresta la idea de que el periodismo se simplifica cada vez más apelando a clichés, lugares comunes y preconceptos. Dentro del periodismo lo que uno termina viendo es que hay soportes o formas de contar que, insisto, pueden arrojar una perspectiva optimista. Este tipo de periodismo es apreciado en los ámbitos académicos, y las universidades están alentando su desarrollo y expansión.
-El límite de la no ficción es la ficción. ¿Cuál es el método para no traspasar esa frontera?
-No sé si hay una receta, porque uno podría creer que se aplica y las cosas salen, y la verdad es que esto es más discrecional de lo que parece. Pero lo cierto es que hay un marco y ese es el pacto de lectura: lo que se cuenta tiene que haber sucedido. Hay que decir la verdad. Tal vez esto sea una obviedad, pero, para ser tal, se olvida varias veces. Todo el relato necesita ser fiel a lo que pasó, incluso en los detalles. Para explicar esto me parece buena la analogía del vaso de agua al que se le añade una gota de tinta: esta gota tiñe lo demás de modo que aquel líquido ya no es agua transparente, sino otra cosa. Lo mismo pasa con el relato que incorpora una invención por más pequeña que esta sea. Luego hay otras herramientas: trabajar los personajes de la historia con textura, que no sean sólo fuentes que hablan; usar material ambiental; destacar un gesto... O sea, tratar al protagonista de un modo más tridimensional y no tan plano.
-El periodismo tiende a contar la pobreza. ¿Por qué le cuesta tanto meterse con las historias de los ricos?
-Este es uno de los reclamos que se hace al periodismo narrativo, que no aborda historias de las clases medias y altas. Quizá eso se deba a que estos grupos tienen más conciencia del peso y de las limitaciones del trabajo periodístico, y, por ende, más peros para admitir a un periodista en su universo. Es muy difícil entrar en la intimidad de un "country"; en cambio, los pobres creen que estar en los medios puede cambiarles la vida. Pero contar la pobreza también es hablar del clientelismo y de un sistema económico donde de algún modo siempre está presente la riqueza.