No será necesario buscar demasiado. La frase está en el archivo. "Estoy preparado para vivir los mejores años de mi carrera", le decía a LG Deportiva un convencido Juan Mónaco, un par de diciembres atrás. Y más allá de la extensión de su premonición, estaba en lo cierto. Y ayer entregó una muestra más.
Sabiéndose candidato y superior al finlandés Jarkko Nieminen, nuevamente hizo lo que debía, como en cada partido: ganar. Los números grandes del score, 6-4 y 6-3, dicen poco respecto del margen que tuvo. Su andar fue relativamente cómodo y su autoridad quedó grabada en una estadística: tuvo cuatro chances de quiebre, y quebró en todas. De más está decir que, cada vez que tuvo una oportunidad la aprovechó, tal como ha ocurrido en su temporada 2013, de tan difícil inicio.
En Düsseldorf, adonde no estaba inscripto y jugó tras haber pedido un wild card, Juan pudo ganar partidos consecutivos por tercera vez en el año. Su mérito es haber convertido esos triunfos en este título, luego de la "semi" de Houston y los cuartos de final de Barcelona. "Siento una energía especial cuando entro a este estadio", dijo tras recibir el trofeo con una sonrisa que ayudó a pasar una semana difícil fuera de la cancha.
El octavo título de su carrera es el séptimo sobre polvo de ladrillo, la superficie que pinta de naranja a París para, desde hoy, regalarnos un nuevo Roland Garros. Y como el tenis jamás frena, allí ya descansa Mónaco, desbordante de confianza, y a la espera del riesgoso debut ante el español Daniel Gimeno Traver.