Un centro de detención y exterminio. Un campo de concentración. El mismo infierno. Así describieron los testigos-víctimas que pasaron este mes frente al Tribunal Oral Federal (TOF) al Arsenal "Miguel de Azcuénaga". Prácticamente la totalidad de los sobrevivientes coincidió en la descripción física del lugar; en las penosas condiciones de vida dentro del predio militar, y en los métodos de tortura. También en los apodos de interrogadores y secuestradores, que coincidirían con los de algunos imputados. Los puntos en común caracterizaron el inicio de la segunda etapa de la megacausa "Arsenales II-Jefatura II".
De acuerdo con las declaraciones, los prisioneros eran llevados al Arsenal derivados de otros centros clandestinos de menores dimensiones. Esto daría cuenta del rol que ese sitio tuvo en el circuito represivo, según la acusación fiscal. Además, allí se hallaron fosas con restos de desaparecidos, incinerados.
"Me ordenaron no hablar, e informaron que desde ese momento se me identificaría con el número 55. Los guardias impresionaban por su crueldad, ferocidad e inhumanidad". Esas palabras de la declaración del médico Alberto Augier -ya fallecido-
fueron a principio de mes el preámbulo de lo que se escucharía luego en la sala. El hombre dijo haber estado secuestrado en ese centro entre octubre de 1976 y abril de 1977. Su relato precisó cómo eran recibidos los detenidos. La testigo N.C (protegida) dio un paso más y comparó el galpón en el que se habría alojado a los detenidos con una caballeriza, porque estaba dividido en pequeños boxes. Entonces era estudiante -estuvo entre septiembre y noviembre de 1976-. También había subrayado que estaban tirados en el piso, maniatados y con los ojos vendados. La joven fue violada y perdió un embarazo como consecuencia de las torturas. C.M, otra sobreviviente, afirmó que los interrogatorios estaban marcados por los insultos y los golpes. Los testigos distinguen que los interrogadores (pertenecerían al Ejército, dijeron) no eran los mismos que los guardias (eran gendarmes, afirmaron). C.M estuvo 10 días en octubre de 1976. "Me picanearon y me mojaban con una manguera. Me dieron a elegir entre submarino o violación", lamentó al borde del llanto. Juan Q., un obrero que permaneció 10 días en el lugar, en 1976, explicó otra de las torturas a las que eran sometidos. "Me metían en un tacho de 200 litros; estaba lleno de sangre", aseveró haciendo referencia al "submarino". Otros testigos afirmaron haber sido víctimas de "enterramientos", "colgamientos" y "arrastres" .
"¿Que cómo sé dónde estaban los pozos? Porque un día que quemaban cuerpos y los tiraban ahí, cambió el viento y nos vino el olor a carne quemada". O.P (otro testigo protegido) declaró durante seis horas y dio detalles escabrosos del destino que tenían los prisioneros que no eran liberados. Afirmó que eran ejecutados. Fue una de las víctimas que más tiempo estuvo allí, entre julio de 1976 y junio del 1977. "Había una mecánica para destruir al ser humano", concluyó