El arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Horacio Zecca, salpimentó con política el Tedeum que pronunció en la misa por el 203° aniversario de la Revolución de Mayo. La homilía incluyó sutiles referencias a cuestiones muy presentes en el discurso kirchnerista.
Zecca estructuró parte del texto sobre el preámbulo de la Constitución nacional: "constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior (...), para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino; invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia".
"Hoy también se nos presenta la necesidad de revitalizar los fundamentos de nuestra unión nacional. (Tras) haber atravesado períodos de crisis y desconcierto los argentinos necesitamos replantearnos para qué estamos juntos. ¿Confiamos unos en otros, o más bien la desconfianza mina nuestras relaciones? Hoy, en medio de sospechas mutuas y de abusos de confianza de hombres públicos y no públicos, se nos plantea el desafío de establecer el fundamento de la confianza sobre bases sólidas de verdad y amistad social", señaló.
Justicia
En especial, refirió al concepto de Justicia. Esto cobra relevancia porque lo hace en un momento en que la presidenta, Cristina Fernández, impulsó importantes proyectos -algunos ya convertidos en ley- que impactan sobre el Poder Judicial. "En este contexto del Bicentenario, una reflexión a fondo sobre (la Justicia) presenta una enorme utilidad", dijo. Instó a dejar de lado las apetencias personales: "la definición de ley, acuñada en la tradición eclesiástica más remota, expresa que es 'el orden de la razón al bien común, promulgada por quien tiene a cargo el cuidado de la comunidad'. (El) bien común es el fin de toda ley. Hablar de (este) supone introducir en el orden legal y en el tejido social una noción elemental que indica la necesidad de posponer intereses particulares".
Añadió que la paz interior no puede considerarse separada de la Justicia: "cuando un pueblo falla en la consecución de la justicia pierde la paz. No se trata de objetivos separados, sino de una totalidad; una lleva a la otra, y la falta de una implica la desaparición de la otra". Monseñor refirió a unas palabras de Benedicto XVI, en las que mencionaba que el rey Salomón pidió a Dios que le conceda "un corazón dócil, que sepa distinguir entre el bien y el mal". "La Biblia quiere indicarnos lo que debe ser importante para un político. Su criterio último, y la motivación de su trabajo no debe ser el beneficio material. Debe ser un compromiso por la justicia, para crear condiciones básicas para la paz", indicó.
Auditorio
En la Catedral se dispusieron dos asientos delante de la primera fila de bancos, que fueron ocupados por el gobernador, José Alperovich, y por su esposa, la senadora Beatriz Rojkés. Detrás se ubicaron, entre otros, los diputados Beatriz Mirkin, Miriam Gallardo, Juan Salim y Alfredo Carlos Dato; el presidente de la Corte de la provincia, Antonio Estofán, los ministros Pablo Yedlin (Salud), Jorge Gassenbauer (Seguridad), Jorge Jiménez (Economía) y Silvia Rojkés (Educación), legisladores y funcionarios. Todos oyeron con rostro serio las palabras de monseñor Zecca.
El religioso arremetió contra el aborto. "Las personas que aún no nacieron sufren una feroz campaña discriminatoria por parte de ideólogos y de medios que legitiman, por el aborto, el asesinato de un inocente. El reconocimiento de la vida desde la concepción está protegido por las constituciones nacional y provincial; sin embargo, es desconocido cuando se practican abortos, supuestamente justificados, que violan el mandamiento que obliga a no matar", afirmó. Y criticó el maltrato a los mayores: "a la tragedia objetiva de la marginación se suma la amargura por la falta de reconocimiento; no podemos vivir en una sociedad que no valore a cada persona en todas las etapas de su vida".