El estudio de Beatriz Sarlo (Buenos Aires, 1942) conjuga tres condiciones básicas para pensar: luz, libros y quietud. La intelectual de culto en las filas opositoras (y de los críticos del kirchnerismo en general) trabaja en un orden espartano apenas alterado por el humo de uno que otro cigarrillo. La década que pasó también la tuvo de protagonista, aunque en el terreno del cuestionamiento al poder establecido. Pasarán los años, pasarán los gobernantes y el "conmigo no, (Orlando) Barone" que Sarlo asestó al columnista de "6,7,8", el ciclo televisivo "K", quedará como -todo- un código de esta época.
La madre de "La audacia y el cálculo. Kirchner 2003-2010" asegura que es difícil razonar en términos de década, como si esta fuese un todo compacto y homogéneo. Entonces, expone aspectos y detalles que se le ocurren indispensables para entender qué pasó, y así, del análisis particular llega a la siguiente conclusión general: "el modelo kirchnerista requiere de la abolición del federalismo".
Y se expresa de ese modo porque considera que el fallecimiento de Néstor Kirchner supuso el final de una etapa intermedia. "Ahí se produce algo que parecía difícil en la política argentina y que es la aparición de un nuevo liderazgo. El gran interrogante era si Cristina iba a poder suplantar a su esposo y, en efecto, lo hizo", destaca. La muerte del ex mandatario parte al medio al período, según Sarlo, que precisa que no alude a mitades exactas, sino a momentos. "Ahí comienza otra etapa donde se nota la ausencia de una cabeza capaz de trabajar y articular alianzas con las diversas vetas del Partido Justicialista y el mundo peronista. Es muy poco probable que a él se le hubiese ido (Hugo) Moyano o que no hubiese intentado tender lazos hacia los peronistas que, en el presente, se están reorganizando. El kirchnerismo posterior a 2010 perdió la capacidad para tejer una trama pan-peronista: Cristina está más acostumbrada a manejarse de forma autoritaria con el dinero que el Gobierno nacional puede o no entregar a las provincias y busca esclavizar a los gobernadores".
La académica advierte en esa metodología una "sangría" incesante de dirigentes válidos. "La presidenta pierde figuras por los costados y se queda con personajes dispuestos a ser esclavizados que resultarían inexplicables para este famoso modelo como Gildo Insfrán en Formosa, José Alperovich en Tucumán y José Luis Gioja en San Juan", evalúa. Y prosigue: "son inexplicables si el modelo kirchnerista es lo que La Cámpora difunde en los centros urbanos".
El Gobierno nuclea a aquellos políticos cuya subordinación no presenta problemas o con los que puede hacer grandes negocios, según Sarlo, que, en seguida, desemboca en el principio lógico de la no contradicción. "El modelo no puede defenderse con el elenco de gobernadores sobre el que está apoyado. O el modelo está con los que más han sufrido a lo largo de la historia y, entonces, Insfrán no puede participar en él; o el modelo funciona con verdaderos objetivos de equidad, y Alperovich no puede entrar por su manejo 'caudillístico' y patrimonialista del dinero público; o el modelo mira hacia el futuro y tiene en cuenta los retos ambientales y Gioja no puede integrarlo, o el modelo es una suma contradictoria: es uno en Buenos Aires y otro en las provincias", ironiza.
Un proyecto de esa especie precisa de gobernadores absolutamente alineados. Sarlo cree en esa idea y en esta otra también: "hoy tenemos un país unitario en la praxis, con una presidenta que decide en cada caso y hasta en la última intendencia, si es necesario. Pero también otorga financiamiento a las organizaciones sociales en función de cuál sea su vinculación con el llamado programa, que, en principio, consiste en manejar el territorio nacional de manera híperconcentrada".
Soja a 500 dólares
La visión "sarleana" de la década transitada contiene un párrafo (o varios) para la relativa derrota electoral del kirchnerismo en 2009. "Este traspié demostró la gran capacidad de recuperación del oficialismo. El Gobierno no superó el golpe a la defensiva sino consolidándose para adelante, con el proyecto de la ley de medios, que significó poner en la agenda un tema que no estaba en la escena política porque Kirchner no se había peleado aun con Clarín y no le interesaba la democratización de los medios (N. de la R.: la ruptura ocurre por el conflicto con el campo y la fallida Resolución 125)", recuerda.
Ese contragolpe marcó un estilo que persiste. "Los comentaristas y columnistas llaman 'tener siempre la iniciativa' a esa actitud; yo hablo de estar siempre a la ofensiva con la iniciativa que sea, con la que caiga en el momento y pueda funcionar", reflexiona. Y sintetiza: "tener siempre la iniciativa significa, para el oficialismo, estar siempre a la ofensiva. Creo que con esa posición comete errores porque se ve obligado a plantear temas que no siempre lo favorece políticamente. La iniciativa permanente es la ofensiva permanente. El Gobierno no está formado por dirigentes que se retiran a lamer sus heridas, y no se coloca nunca en el campo de la contemplación o de la defensa, sino en la situación de avanzar, aunque los avances sean muy pequeños y poco significativos. Cuando son heridos, son también los primeros en largar el zarpazo siguiente. Las cadenas nacionales tienen ese sentido. ¿Por qué usarlas para inaugurar o reinaugurar obras menores? La presencia sin tregua tiene que ver con la ofensiva discursiva. Esta es la táctica política central y debe ser tenida muy en cuenta. Los Kirchner son autoritarios, pero no estamos dentro de una dictadura. Y me parece que no vamos a verla: no hay escenario para eso".
Él es el pasado
El otro cambio significativo de estos 10 años, según su criterio, es la mirada sobre la historia: "Néstor viene casi de la nada; es un desconocido para la nación. De hecho, su esposa tiene, como senadora, más exposición que él. Alguien que parte de ese desconocimiento necesita adoptar un pasado: en este caso, el de los viejos ideales o los ideales a secas. Néstor no evoca la iconografía clásica del peronismo sino que dice venir del setentismo". Sarlo enfatiza que el ex presidente evoca, no enuncia: "deja los ideales en una especie de fantasía colectiva, y los materializa con las primeras medidas que toma, como la recuperación de la Escuela Mecánica de la Armada y la decisión de descolgar el cuadro de Jorge Rafael Videla, dos hechos con alta carga simbólica y ningún peligro. Pero de esa forma se instala y establece una alianza espiritual muy importante con las organizaciones de derechos humanos". La ex militante marxista apunta que, tras el fallecimiento de Kirchner, el pasado se reactualiza: "y el pasado comienza a ser él".
No es que se abandone a aquellos que sacrificaron su vida en la década de 1970 ni a los que fueron asesinados, pero el que está vigente es Néstor. "Él designado como él. O sea, con ese pronombre que los lingüistas llaman abstracto porque depende de con qué sea llenado. El kirchnerismo enriquece su pasado con la desaparición de su líder principal y, hasta ese momento, único", deja caer Sarlo lentamente, como si estuviese creando un clima narrativo en una conferencia con numerosos espectadores.
Sin respuesta
En el saldo negativo de la década, Sarlo anota el planteo de problemas y promesas que quedaron abiertos. Y sin agotar la cuestión, enumera: "por ejemplo, la reestructuración de los sistemas de transporte y energético. El modelo no ha diseñado el transporte para el necesario acarreo de mercancías hacia los puertos ni el transporte para los pobres mediante un esquema ferroviario eficaz. ¿Cómo se comunican los migrantes internos con sus familias y lugares de origen? Luego, el kirchnerismo tuvo ideas alocadas: la más alocada de todas, el tren bala entre Buenos Aires, Rosario y Córdoba, que es justamente la zona mejor comunicada de Argentina. El país tampoco ha sido pensado en relación con la naturaleza y vamos a seguir padeciendo catástrofes".
El modelo debe ser de integración territorial, opina Sarlo, para no convertirse en un nacionalismo que desde Tierra del Fuego grita "Las Malvinas son argentinas". "Esa es simplemente una reivindicación con la que se puede coincidir o no. Yo no coincido", declara sin vacilar. Y de ahí formula otra definición posible del modelo: "este consiste, entonces, en que la tonelada de soja cotice a 500 dólares para disponer de un ingreso que no tuvo ningún gobierno. Esos fondos permiten mantener las redes sociales para el 30% de los argentinos que las necesitan, y sostener a los pobres para que no se mueran de hambre y así convertirlos en clientela política".
LIBERTAD DE PRENSA
EL MODELO DE CORREA Y DE ROUSSEFF
"Los Kirchner tienen del peronismo un desprecio muy grande por las instituciones de la república liberal democrática. Pertenecen a un régimen democrático populista: esto, a mi juicio, no los convierte en una dictadura. Sí los coloca en un camino autoritario. Tampoco rinden ningún tributo a la libertad de prensa. No digo que estén por cerrar todos los diarios de la Argentina; digo que, si se diese la ocasión, no les temblaría el pulso. Ahí tienen una tradición que, además, se reactualizó en América Latina. El ecuatoriano Rafael Correa es de la misma opinión que Cristina respecto de la prensa: es decir, considera que hay que liberar a pueblo de ese yugo. ¿Qué lo diferencia? Que es una persona cortés y educada. También hay que mirar lo que hace la brasileña Dilma Rousseff, que bajó a seis ministros por acusaciones de corrupción ventiladas en Folha de Sao Paulo. En esa época, aquel diario cumplió 100 años. ¿Quién dio el discurso en el banquete? Dilma Rousseff. ¿Y qué dijo? Reconoció que la prensa vigila a los gobiernos, que es una institución indispensable de la democracia y que hay que respetarla".
PERSPECTIVAS
UN MOMENTO DE DESESPERACIÓN
"El kirchnerismo está desesperado porque no baje el consumo porque recuerda lo que pasó en los últimos 20 años. (Carlos) Menem empezó a caer cuando las capas medias sintieron que sus ingresos no les alcanzaban. El oficialismo sabe eso, así como sabe que tiene garantizado el 30% de votos 'Frente para la Victoria', que está vinculado a los que esos votantes recibieron. Pero el sufragio de los sectores medios es más volátil. Creo que el kirchnerismo desaprovechó la victoria de 2011, que le hubiera permitido regular un poco más los indicadores económicos de inflación, balanza de pagos, financiación pública, etcétera. El segundo error fue no iniciar en ese momento, y no con las palabras de 'Cristina eterna' de Diana Conti, que es un cuadro desprestigiado de la política, un tránsito hacia la enmienda constitucional. Me parece que ahora es tarde. Yo no empleo la sentencia 'fin de ciclo' porque ya lo hice y me equivoqué, pero digo que no fueron tiempistas. Los países que habilitaron nuevas reelecciones lo hicieron en momentos de subida, no en bajada. El kirchnerismo no supo surfear la ola de popularidad".