Es el cónclave de los futboleros de siempre, y también de los amantes de ocasión. Por eso la lupa se agranda y se ajusta la mira. Aunque cuidado, en un Mundial la camiseta convierte la visión en un arma de doble filo, y es ahí cuando afloran los reclamos; los justificados y aquellos que se traen de los pelos.
La ceremonia se repite cada cuatro años y deja muchísima tela para cortar. Mantiene en vilo a los apasionados por las estadísticas e inunda la memoria de los más fanáticos.
Su baúl de recuerdos se llena con nuevos goles, con esas jugadas que no se les despegan de la retina, con un caño, una pared y hasta las más duras patadas. Cuando algo de todo eso se cobró por cobrar, o se pasó por alto de manera dudosa, se enciende la mecha.
Cuando una decisión arbitral es la cuestión que manda, esa jugada será de la más recordada en años y la que reclute comentarios de todos los colores alrededor del planeta fútbol. Es que son las injusticias las que movilizan la vida, y el fútbol es eso: una forma de vivir la vida. Entonces, cuando los encargados de impartir leyes dan la nota oscura, unos se regocijan y a otros los come con razón la bronca, como pasó con "la mano de Dios" que Diego le regaló a la Argentina. El salto de Maradona y su lucha en lo alto contra Peter Shilton terminó siendo gloria para el 10, porque usó lo "ilegal" a tiempo y porque el juez no pitó nada cuando el "genio del fútbol mundial" salió gritar su gol con alma y vida. La ocasión y el rival fue lo que más "se le agradeció" al astro. Es que son otro tipo de cuestiones las que se analizan en un Argentina-Inglaterra, y esa mano llegó justo. El fútbol mete todos los temas en la misma bolsa, por eso la picardía de Maradona se recuerda con una sonrisa de oreja a oreja. Con una sonrisa cómplice pero más que nada demuestra que el contexto, tarde o temprano, influye en lo que pasa dentro del rectángulo.
Que en la historia de los mundiales los argentinos no sean los únicos beneficiados y los ingleses los exclusivos "asaltados", revela que en el fútbol todo se paga. Y que todos tienen su revancha.