Por fin, todas las piezas del rompecabezas están en la mesa. Todavía no han terminado de ser acomodadas. Unas han sido desplegadas, otras han comenzado a ser ensambladas y muchas sólo están amontanadas. En el desparramo, no acaba de visualizarse el paisaje que quedará plasmado si los fragmentos logran ser unidos. Y en esa incompletitud, muchas cosas parecen incomprensibles. Por ejemplo, que el gobernador, José Alperovich, contra la opinión de algunos de sus asesores, decidiera que el oficialismo embistiera contra el senador José Cano, en ese duelo de denuncias sobre parientes de uno y otro designados en el Estado.
El radical había perdido protagonismo político en este electoralísimo año cuando en marzo, precozmente, anunció que no sería candidato en octubre. Pero en una sola semana de mayo, Alperovich volvió a poner a su ex correligionario en escena. Lo hizo desde el momento mismo en que avaló que dirigentes de su entorno (imposibilitados de desmentir que la hija del mandatario se había convertido en una exitosa prestadora del PAMI) replicasen que Cano tenía familiares nombrados en la UNT. El gobernador, con su determinación, no hizo otra cosa más que elegir a su oponente. El senador, rápido de reflejos, no le respondió a los emisarios del jefe del Ejecutivo: señaló a Alperovich, lo trató de "cobarde" por usar a terceros en la pelea, y se subió al ring.
¿Por qué Alperovich, que tras 18 años en diversos cargos públicos sabe que la fantasía de cualquier opositor es que él lo agreda, hace cosa semejante? Los alperovichistas críticos (si acaso existe tal especie) renegaron de la soberbia de su jefe. Y maldijeron que no se detuviese a pensar en las consecuencias políticas de sus reacciones, convencido de que nada afectará la gestión. Los alperovichistas convalidadores (si acaso no es una redundancia) justificaron la embestida contra el titular de la UCR tucumana, aún a costa de pagar el precio de encumbrarlo en la escena política. Y describieron a un mandatario de sensible fibra familiar, ofendido por las críticas contra su hija.
Pero en el rompecabezas de la política oficialista no aparecen fichas ni para uno ni para otro escenario. En todo caso, lo que sí avizora es que ahora sí cierra el último ensayo previo para la nueva reforma de la Constitución. Alperovich no quiere que Cano sea la "reserva" opositora para plantear en 2014 la resistencia contra una nueva enmienda de la Carta Magna, que habilite reelecciones sin límite. Quiere enfrentarlo ahora, en octubre. Y, por supuesto, quiere ganarle para exhibir que nadie hay que pueda hacerle frente en las urnas. Por supuesto, el plan tiene un punto débil: perder. Posibilidad a la que se enfrenta cualquiera que se compita en elecciones democráticas. Lo cual obliga, ineludiblemente, a reparar en las fichas de la oposición.
Arriba y abajo
Hoy, Cano está más cerca de postularse a diputado en octubre que de no serlo. Por toda respuesta oficial, desde su entorno contestan que su "no seré candidato" ha pasado a la fase "lo estoy analizando". Pero su entorno admite que, en rigor de verdad, estaba esperando contar con una encuesta para decidirse. Consiguió quién la encargase y la pagase en Buenos Aires y los resultados llegaron ayer mismo. Aunque a mediados de semana ya le habían adelantado telefónicamente resultados que en su equipo considera muy alentadores.
Que al senador opositor no le va mal con la opinión pública tampoco es una primicia. De hecho, espacios tan antagónicos como el FAP y el PRO han manifestado tempranamente que, haciendo un gran esfuerzo (y tapándose la nariz) aceptarán compartir el espacio en octubre si Cano es el candidato común. Y dentro del radicalismo, espacios tan disímiles como el del legislador Ariel García o el del ex presidente del Colegio de Abogados, Eudoro Aráoz, han aceptado deponer sus precandidaturas a parlamentarios nacionales para acompañar al titular de la UCR local. El problema es que ese es todo el acuerdo al que se arriba: arriba va Cano. De ahí para abajo de la lista, guerra sin cuartel.
Los "paladares negros" de Cano razonan que, dado que él tiene los votos, es él quien debe definir la nómina. Y el menú ya fue cantado por LA GACETA: la legisladora Silvia Elías de Pérez en segundo término (como la oposición renueva sólo una banca, el cupo femenimo determina que una mujer deber ocupar, sí o sí, uno de los dos primeros lugares de la nómina) y el diputado Juan Casañas a continuación. El ruralista goza del respaldo de la UNT (siglas de "diputado Luis Sacca"), de poco reconocida pero notable relación con Cano.
Este no va con aquel
Entonces aparecen los correligionarios que advierten que la UCR no se reduce a Cano y plantean condiciones. La primera: el senador no puede ser candidato testimonial, porque eso es culturalmente alperovichista. Por ende, si el parlamentario fuese electo diputado deberá asumir, y a su mandato en la Cámara Alta lo completará Silvia Elías. Por esto, desde un sector entienden que ella ya ganó un escaño nacional y no debe figurar en la lista de octubre. Pero a la vacante de Elías debería cubrirla en la Legislatura Fernando Valdez, actual representante de la UNT en YMAD, y hay fundadas dudas de que el funcionario esté dispuesto al canje. Si se negara, el que sigue es José Hugo Saab, hoy funcionario alperovichista, por lo que otro sector (el universitario) no impugna a Silvia Elías, pero tampoco quiere que deje su escaño provincial.
La segunda condición de los radicales no canistas es que si Cano encabeza la nómina, quien lo secunde no debe ser de su misma línea. A lo que sigue el tercer planteo: a la segunda de la lista igualmente la pone el radicalismo, porque es el partido con el mejor candidato.
Léase, no hay lugares expectables en este esquema para el FAP ni el PRO, que compensan la carencia de candidatos bien merituados con la posesión de reconocidas banderas anti-kirchneristas. O sea, aportarán muchos votos en unos comicios donde la opción es darle diputados al proyecto político de Cristina Fernández, o todo lo contrario. Por eso, antes que ser ninguneados, los socialistas buscarán alianzas con fuerzas afines e irán por su lado. Lo mismo harán los macristas, que hace rato dialogan con FR.
Cuanto más se ahonda en la interna de la oposición, más lejana queda la meta: ganarle al Gobierno. Justamente, en la dispersión de las fuerzas adversarias es donde el alperovichismo se anima a enfrentar a toda la vereda de enfrente y a sus mejores candidatos. Y aquí cabe una aclaración central: el gobernador no sólo confía en que no habrá unidad y en que las rencillas erosionarán a Cano, sino que opera directamente para que ello ocurra. Alperovich no le gana a sus competidores en las urnas, sino antes: digitando la vida interior de sus partidos. O sea, miserabilizándolos.
La que nunca encaja
Lo que no logra controlar el mandatario son las actuaciones políticas de su esposa. El jueves, la primera dama, senadora, presidenta provisional de la Cámara Alta y titular del PJ tucumano sumó otro cargo: testigo clave en las serias impugnaciones contra la candidatura a diputado de su marido.
Beatriz Rojkés confirmó que su esposo encabezará la lista (olvidó mencionar que lo secundará Domingo Amaya, el intendente del que siempre se acuerda de hablar mal en las reuniones de la Red de Mujeres). Y, en un hecho inédito, blanqueó que el gobernador no asumirá el cargo para el cual se ofrece. "Para ganar vamos a llevar al mejor candidato que tenemos. No me asusta ni me avergüenza la palabra testimonial, porque sabemos que estamos poniendo lo mejor, que es José Alperovich (sic)". Es, en una palabra, gravísimo. Y no sólo a los efectos éticos, sino también a los fines legales.
En la jurisprudencia argentina, el debate sobre las testimoniales fraguó en el "Fallo Novello". Ayer nomás, en 2009. Referido nada menos que a Daniel Scioli (gobernador de Buenos Aires) y a Sergio Massa (entonces jefe de Gabinete nacional). La UCR impugnó sus postulaciones a diputados nacionales. Pero Scioli y Massa presentaron sendos escritos ambiguos y mendaces, en los que no descartaban, "eventualmente", asumir en la Cámara Baja si eran elegidos, por lo que la Cámara Nacional Electoral permitió que integrasen las listas "K".
Fue un fallo divido. En contra se pronunció Alberto Ricardo Dalla Vía, quien advirtió que las testimoniales eran un fraude al sistema representativo de gobierno, porque esos postulantes se ofrecen como candidatos, pero no como representantes del pueblo.
Pero no menos revelador fue el voto de Santiago Corcuera y de Rodolfo Munné, que permitió las cuestionadas candidaturas de los dos bonaerenses. "Obvio es decirlo, si se configurase un supuesto de lo que vulgarmente se ha dado en llamar 'candidatura testimonial', ésta no podría ser oficializada". Porque "la teoría electoral de la representación es, en efecto, la teoría de la representación responsable: su problema no es el de satisfacer el requisito de la semejanza, sino de asegurar la obligación de responder".
Allí, otra prueba de que avanza la reforma: sin intención (o con ella), Rojkés acaba de problematizar en grande la postulación de su esposo, indispensable para el plan de otra enmienda constitucional que le permita a él disputar más reelecciones... y que le impida a ella ser gobernadora.
El adoquín
La imagen terminada del rompecabezas que arma Alperovich lo muestra quedándose con todo, gracias a las divisiones de la oposición en general, y a la interna del radicalismo en particular.
Es, a la vez que un puzzle, una profecía.
Sus adversarios tienen dos opciones innegociables: encontrar la grandeza para patear ese tablero, o insistir en la mezquindad de la pequeñez. En la insignificancia de ser piecitas sueltas a las que el dueño del juego arma y desarma cuando quiere.