El 25 de abril de 1939 falleció en Buenos Aires un distinguido tucumano, el doctor Federico Helguera, hijo del gobernador de ese nombre. Fue aquí ministro de Gobierno y diputado nacional y, en Buenos Aires, juez y camarista en lo Civil. Rescataremos el juicio que mereció de dos destacados comprovincianos, Ernesto Padilla y Alberto Rougés, en las cartas que intercambiaron.
"Comparto -decía Rougés- tu pena por la desaparición de Federico, vinculado a esta casa por ese hondo afecto de edad inmemorial que une a nuestras familias, afecto en el que nuestras madres ponían un fervor casi religioso, pues desde la más tierna infancia lo enseñaban como un deber". Expresaba que Helguera fue "un caballero perfecto, que honra a la sociedad a que pertenece". Agregaba que "he conocido también su alto civismo y ha enternecido mi afecto su amor a la tradición, del que ha dado una clara prueba al elegir el sitio de su último reposo".
De su lado, Padilla estimó que Helguera "se imponía a mi afecto con muy alta estimación, por sus calidades de caballero, de patriota y especialmente, de gran amor a nuestra tierra. ¡Cómo quería a Tucumán! Y ha hecho mucho por nuestra provincia con el trabajo, con la dedicación de sus actividades cívicas y sus dotes de hombre de gobierno".
Era "cultivador entusiasta del suelo", y hablar con él de esos temas, "era reproducir el cuadro de un viejo hogar tucumano, enriquecido con los dones que aportaban su ilustración y su afán propio".
Comprobaba que "pesó sobre él la rigurosa ley que califica, al buen hijo de Tucumán, de ser desconocidos sus merecimientos en la propia tierra. Lo digo en su honor, sin amarguras, comprendiendo que así hemos sido, así somos y así seremos".