El mismo Gobierno que impuso el cepo cambiario para que nadie pueda adquirir más dólares para viajar tranquilo, que prohibió las compras para atesoramiento, que persigue a quienes usan sus tarjetas en el exterior, que impide la repatriación de dividendos y que pisa las importaciones, acaba de solicitar que se le entreguen las divisas non sanctas, ya que promete respetar la propiedad. Así, medio equipo económico salió a venderle publicitariamente a la población dos instrumentos de ahorro en dólares, como si la "bimonetización" de la economía que ahora se admite como algo muy relevante en la Argentina, no se diera de patadas con lo que el Gobierno vino diciendo hasta ayer nomás. En medio de la turbulencia cambiaria, con el billete por encima de los diez pesos, los cinco funcionarios que se supone que son la materia gris en materia económica, han apelado a la confianza de la gente, aunque casi con una desesperación que podría estar demostrando la sequía de divisas que vive el país. Pero, más allá de esta propuesta de "exteriorización voluntaria" de dólares, de paso y sin ponerse colorados, los funcionarios le han enmendado además la plana a medio Gobierno. En primer lugar, al vicepresidente Amado Boudou ("el dólar blue es marginal"), también al ministro de Economía, Hernán Lorenzino ("el dólar no le importa a nadie"), y a la Presidenta, quien adjudicó el problema cambiario a los que quieren "ganar plata a costa de las devaluaciones". Las definiciones sobre el dólar han sido un ejemplo, ya que la Presidenta usó el otro sofocón que está pasando su Gobierno, el del desborde del paralelo, para ponerse una vez más en víctima y armar la cruzada de la militancia contra los devaluacionistas. El kirchnerismo sabe que un buen enemigo siempre rinde. Al respecto, Cristina explicó cómo, en otros tiempos, la economía prevalecía sobre la política cuando el "sistema", que llamó de "calesita", era armado por los "correveidiles" de turno para hablarle en la oreja al FMI, para que el Fondo luego viniera con "discurso propio" y les dijera a los argentinos qué cosas debían hacer, devaluaciones incluidas.
En cambio, para caracterizar el problema actual del tipo de cambio, señaló que "nadie espere medidas diferentes o contradictorias... con el corazón mismo del modelo... que rechaza todo lo que signifique transferencias de ingresos compulsivas de los sectores mayoritarios". Es decir que, en ese discurso, Cristina marcó dos límites precisos: que desde hace diez años la economía se subordina a la política y que, para ella, la situación con el dólar es un factor esencial de la puja distributiva. Si se toma una digresión que hizo la Presidenta sobre el modelo, hay que puntualizar que las cosas han cambiado desde cinco años a esta parte: no hay más superávits, se pierden reservas, hay desborde del gasto, emisión monetaria excesiva y alta inflación, nada menos.