Como el ágora de la Antigua Grecia, Twitter parece ser una caja de resonancia, una especie de ágora virtual donde la política gana terreno. La inmediatez, la concisión y la posibilidad de una amplificación de los mensajes hacen de la red una herramienta de comunicación tentadora. Después de la exitosa campaña de Obama en 2008, comenzaron a aparecer perfiles de figuras políticas en todo el mundo. Con ese aluvión se incorporó a la red la presidente, Cristina Fernández de Kirchner, que abrió su cuenta (@CFKArgentina) en 2010. Y, en tres años, recopiló una cantidad de seguidores que hoy se acerca a los dos millones. Con un estilo coloquial encontró en twitter una forma de comunicación que complementa su pasión por las videoconferencias y los anuncios por cadena nacional. Pero, la red le brinda un plus que no había conseguido antes: despojar de intermediarios a sus mensajes. Revisar el tuiteo presidencial, por momentos, se asemeja a leer un boletín oficial. Cuando no, se convierte en un campo de batalla en el que, ironía mediante, refiere tuits con alto grado de confrontación hacia sectores opositores. En momentos de tranquilidad, en la diatriba tuitera, baja el tono y comparte sus actividades cotidianas a modo de diario personal, alejado del discurso oficial. Siempre focalizada en sus propios mensajes, una de las deudas pendientes de su cuenta es la interacción con los seguidores. En la vorágine tuitera no logró -o no quiso- divisar que se encuentra en el centro de esa especie de plaza pública virtual donde sus dichos son comentados, criticados y debatidos.