El cóctel nocturno de motocicletas, exceso de velocidad, consumo de alcohol, de drogas, picadas, música a alto volumen, produce no solo descontrol, sino también malestar social. Lo que sucede principalmente los fines de semana en alguna zonas del Gran San Miguel de Tucumán, tiene su correlato en poblaciones del sur de la provincia, donde los vecinos se quejan por los excesos de los jóvenes motorizados y el escaso o nulo control de la autoridad.
De acuerdo con el informe que publicamos en nuestra edición del jueves, las plazas son los lugares de encuentro preferidos por los motoqueros. Una vecina de Arcadia contó que se reúnen para tomar y luego hacen picadas por las caminerías o las rutas. "No les importa que haya adultos o niños. Actúan con total impunidad y a veces hasta el amanecer", dijo. En este pueblo, en un año murieron siete jóvenes en las picadas de los fines de semana, dato que debería, por lo menos, inquietar a las autoridades. Una señora que vive en Alto Verde señaló que no se puede dormir a partir de los viernes y los que más sufren la polución sonora son los bebés, los ancianos y los enfermos. "Las motos hacen temblar los vidrios de las ventanas y los autos estacionados, con las puertas abiertas, estremecen con una música que suena saturada de tanto volumen. Esto ya no es vida", manifestó.
Nuestra crónica señala que en Santa Ana, Alpachiri, Arcadia, Sargento Moya, Capitán Cáceres y Villa La Trinidad, entre otros pueblos, las guardias policiales se cumplen con no más de tres efectivos. Salvo la de Santa Ana, el resto de las comisarías carece de móviles. En esos lugares es muy común ver en las puertas carteles con mensajes que rezan: "ya vuelvo", en razón de que el único policía de guardia tuvo que salir a hacer alguna diligencia.
El jefe de la Unidad Regional Sur que los operativos que efectúan será más efectivos si colaboran los vecinos y los padres que "al parecer, desconocen que sus hijos andan exponiendo la vida en las calles". Respecto de esta última observación, una vecina de Alpachiri afirmó que el hecho de que los jóvenes se encuentren en estado lamentable en la plaza no es solo responsabilidad de las autoridades, sino principalmente de los padres que, sabiendo que sus hijos son menores, les permiten andar hasta el amanecer.
Se trata, por cierto, de un problema social que va creciendo. Por otra parte, llama la atención la escasa cantidad de efectivos policiales, así como la carencia de móviles. Significa que en materia de seguridad estas comunidades están prácticamente desamparadas y difícilmente se pueda combatir el delito sin movilidad y sin recursos humanos.
Los padres son los primeros responsables de las acciones de sus hijos. Si les compran motocicletas, especialmente a menores, debería ocuparse por controlarlos, de ponerles límites. El Estado debería hacer también algo al respecto, sobre todo en materia educativa. Por ejemplo, dictar talleres de educación vial para docentes y alumnos. Tal vez debería volver a dictarse la materia Instrucción Cívica. En el caso de que prosiguiera la venta de vehículos para ser manejados por menores, tantos estos como sus padres, podrían hacer un curso previa cesión del carnet de conducir. Lo peor que puede hacerse es no enfrentar esta realidad que crece sin pausa. Si no se buscan soluciones, este problema social puede hacerse inmanejable.