Durante la siesta del sábado, Monteagudo, ubicado a la altura de la intersección de las rutas 157 y 329, parece un pueblo fantasma. La plaza principal está despoblada. La misma plaza que, en enero de 2007, quedó bajo las aguas que desbordaron del río Gastona, ubicado hacia el sur del pueblo. Sus habitantes quedaron impactados, porque nunca antes las aguas habían llegado hasta el centro. Para evitar nuevas inundaciones, se hicieron obras para contener los desbordes del Gastona. Sin embargo, tres años después, el agua llegó desde el río Medina, ubicado hacia el norte. Desbordó a la altura de Ciudacita, bajó por Palomino y llegó hasta Monteagudo.
El Gastona y el Medina, son dos ríos que limitan la zona hacia el norte y hacia el sur, asediando constantemente a los pobladores. Parajes como Sud de Lazarte (distante unos 15 kilómetros) casi han desaparecido del mapa bajo las aguas del primero. Muchos de sus pobladores huyeron hacia zonas más altas y otros se instalaron en Monteagudo. Hicieron lo mismo pobladores de Palomino y Niogasta, cansados de luchar contra las aguas que avanzan sin piedad sobre sus vidas. José Antonio Peñaflor, ex delegado comunal, dice que en 2000 fueron con los vecinos a colaborar con los inundados en La Madrid. "Me impactó ver tanta cantidad de agua", recuerda. Siete años después vivió la misma experiencia, pero en su propio pueblo. "Siempre estamos con miedo de volver a pasar lo que vivimos en 2007, 2010 y 2011", confiesa. Arturo Guerrero, delegado comunal de Monteagudo, recuerda que la inundación de 2007 generó una situación repleta de angustia y tristeza, porque no tenían posibilidades de luchar ante el avance del agua. "Lo único que les queda es salvar lo poco que tienen en las casas", sostiene.
Una acequia de irrigación, ubicada al norte del pueblo, desborda durante los días de tormenta y se transformó en un dolor de cabeza para los pobladores. Guerrero adelanta que presentaron un proyecto, a nivel nacional, para revestir ese canal y evitar que desborde. Manuela Rosa Alderete es una de las afectadas por la acequia. Su casa quedó varias veces debajo del agua. Parte de ella no resistió el efecto de la humedad y del salitre y las paredes se desmoronaron.
El salitre es como una plaga que come las paredes, dejando al desnudo los ladrillos anaranjados. Sin embargo, a pesar del embate de las aguas, "Nini", como la llaman sus familiares, no piensa en irse. Cuenta que en Monteagudo están sus raíces, porque sus padres nacieron en esta localidad. Sólo espera que hagan las obras para que la acequia no vuelva a desbordarse.
Lo único que les queda
Así sobreviven los habitantes del sur tucumano, asediados por las aguas que traen los caudalosos ríos en época de tormentas. Conviven con el temor a sufrir nuevamente las inundaciones. Algunos aguantan y prefieren no abandonar sus casas; a otros no les quedó otra opción que huir para salvar lo único que les queda: sus vidas.