El kirchnerismo parece empecinado en avanzar en círculos. De otra forma, no se explicaría por qué, cuatro años después, el escenario de 2009 se repite casi de manera idéntica. Plazas colmadas por buena parte de la sociedad -no toda- y un clima de indignación que se multiplica en amplios sectores pocos meses antes de los comicios legislativos de mitad de término.

Aquella vez fue el rechazo de la patria sojera a las retenciones. En esta ocasión, el enfático "no" al avance sobre el Poder Judicial y a las arrogancias de un poder que habla de nuevas reelecciones mientras en la televisión hasta los programas de chimentos se pasan minutos hablando sobre lavado de dinero y paraísos fiscales. Nunca antes, para los oficialismos tucumano y nacional, estuvo tan lejos la posibilidad de modificar los textos constitucionales para instaurar la continuidad de los mismos nombres. El gobernador, José Alperovich, lleva 10 años en el ejercicio del poder. En 2015 cumplirá 12 y, ante un eventual nuevo mandato, 16; es decir, el mismo tiempo que un argentino recién nacido necesita para poder votar.

¿Alperovich es consciente de que su continuidad al frente del Poder Ejecutivo no depende de él? En su entorno dan por sentado que una abrumadora victoria en octubre los catapultaría de inmediato a la reforma de la Carta Magna. Pero ya ni siquiera los legisladores ven con esperanzas esa posibilidad. Que Alperovich aunque sea baraje la alternativa de encabezar una lista a diputados de manera testimonial es la señal más evidente de que necesita sostener el poder, cada vez más escurridizo. No es una muestra de picardía; en el fondo, ese oportunismo electoral esconde una exhibición de debilidad e incertidumbre.

En el oficialismo olfatean que algo pasa. Por caso, el intendente Domingo Amaya parece haber dejado de lado el histeriqueo antialperovichista y se muestra cuando puede al lado del gobernador. Otros, como los legisladores, le arman barricadas al presidente de la Corte Suprema frente a la pasividad del mandatario. En el Gobierno, lo que se vislumbra luego de mucho tiempo es una orfandad que paraliza.

Si en el oficialismo lo que hay es temor a lo incierto, en la oposición reina un pánico escénico. Quizá por el fracaso de 2009, cuando ganó en los comicios pero no logró sacar provecho, en los partidos enfrentados al Gobierno lo que falta es una brújula. El radicalismo pide a gritos un candidato que sume y no reste. El binnerismo y el macrismo se codean por un segundo lugar apetecible, aunque incierto. El problema es que no hay nombres que los abracen. El viernes, José Cano se reunió con dirigentes del Frente Amplio Progresista para tratar de avanzar en candidaturas y acuerdos. A esta altura, lo más sano para esa alianza sería que las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias terminen con los egoísmos. Porque una eventual suspensión de las PASO redundaría en una fractura cantada.

Este kirchnerismo que quiso subirse a la ola franciscana se dio de frente contra los millones de euros de sus empresarios amigos y se indigestó con los miles de argentinos que salieron a las calles. Es que, una vez más, quedó expuesto que la política y el día a día de la gente caminan por veredas paralelas. Al igual que en este Tucumán, en el que un vicegobernador que no ejerce -y denunciado por presunto enriquecimiento ilícito en la Justicia Federal- organizó un asado e inauguró una mansión en Yerba Buena que enmudeció a los comensales. Algunos hablan de ascensores; otros, de lujos faraónicos. Lo cierto es que en ese entorno extravagante, el sábado al mediodía, Alperovich, Juan Manzur, el gobernador de Neuquén Jorge Sapag y Beatriz Rojkés evaluaron el impacto de las marchas del jueves. ¿Entenderán el significado?