Nadie se sorprende en la seccional 4° cuando ven llegar detenido a Ramón. Es que el joven de 26 años tiene una decena de entradas al calabozo. Si bien la mayoría de las veces cayó por contravenciones -como desórdenes en la vía pública-, acumuló tres causas penales en el último año.
Su padre, Manuel, habló con LA GACETA y contó que su hijo sufre un problema de adicción al "paco", pero que ya está cansado de soportar el mal comportamiento del joven. Por eso, después de descubrirlo robando, el sábado a la mañana, lo entregó a la Policía. Ramón había hecho un boquete en la pared de la pollería que funciona al lado de su casa, en el barrio Toledo, y sustrajo una balanza que luego su papá lo obligó a devolver.
Desde entonces, Ramón está detenido. Como hace tres días que no se droga, comenzó a tomar conciencia de sus actos. "Siempre es lo mismo: cuando se le pasa el efecto dice que está arrepentido y que quiere rehacer su vida y trabajar, pero después sale y se pierde nuevamente", relataron en la comisaría. Además, los uniformados señalaron que los amigos del joven ("la pinta", como él los llama) también suelen frecuentar el calabozo.
Así como los policías ya escucharon varias veces sus palabras de arrepentimiento, Manuel tampoco le cree. "Esta es la última que le aguanto. Ya no doy más. No puedo más", le dijo el hombre a este diario, y advirtió que el joven no volverá a entrar a la casa si no modifica su conducta.
Manuel recordó que su hijo andaba desaparecido a principios de diciembre del año pasado. Nadie sabía dónde estaba hasta que llamaron desde la Policía para comunicar que lo habían detenido. En aquella oportunidad, los uniformados de la seccional 4° lo habían encontrado robando materiales de albañilería en un ala de la escuela para ciegos Próspero García que estaba en construcción.
Pero esa no fue la primera vez, unos meses antes también lo habían atrapado in fraganti mientras intentaba llevarse elementos de una casa de su mismo barrio. Los moradores habían advertido su presencia, luego de que entrara por el costado, y alertaron a la Policía.
Probablemente Ramón no tenga otra oportunidad. Su padre se siente defraudado y no para de llorar cada vez que piensa en él. Hasta ayer, no se acercó a visitarlo ni a llevarle comida a la comisaría, donde el joven se alimenta de lo que le convidan los otros 10 presos.