BUENOS AIRES.- Pegó de entrada, merecidamente, porque también de entrada había puesto al rival de rodillas. Fue Leandro González Pires el del cabezazo justiciero; ese con el que todo River festejó ante un Racing que si antes del primer gol del pibe en Primera ya estaba complicado, después más. Es que el "millonario" se ajustó bien en el fondo, para resistir la arremetida obligada del anfitrión, y después dar el tiro de gracia. Manuel Lanzini fue el artillero, en la última contra, dejando desparramado al bueno de Sebastián Saja, que nada pudo hacer para evitar el drama "académico" 2-0.
Era la victoria que River necesitaba, oxígeno puro después de un bajón notorio en el torneo. Y así, renovado como cualquiera que se lleva un clásico, el equipo se anima a soñar. River se anima a creer que puede dar pelea, hasta el final, mucho más porque tiene con qué: ayer los delanteros volvieron a ausentarse de la red y por suerte para Ramón Díaz (que cambió la dupla de ataque por tal falencia) un defensor y el 10 le salvaron las papas.
La contracara en esta historia es justamente la víctima de turno, un Racing que no acierta y que extraña el poderío de los pibes que un momento lo levantaron. Es cierto que tampoco ligaron, un par de tiros en los palos lo salvan. Luis Zubeldía, que perdió los estribos más de una vez, podrá decir que ciertos fallos de Pablo Díaz lo rebajaron. "El penal fue clarísimo, el juez quiso demostrar autoridad con algo que todo el estadio vio. Y salió perjudicado Racing. No soy de hablar pero ya nos ha pasado. Son jugadas fundamentales para el trámite de un partido", disparó el rubio DT, sobre la falta que quedará bajo la lupa el resto de la semana: antes del cierre del primer tiempo Carlos Sánchez revolcó a Luis Fariña en el área, pero todo quedó ahí.
Igual, las quejas se esfumaron como el domingo y de lo único que no quedaron dudas es que el triunfo fue merecido. El "millonario" encontró lo que buscaba y no piensa volver a dar un paso en falso. (Especial)