BUENOS AIRES.- "La gente ya no come, para ver a Walter Gómez", cuentan que se cantaba en ese mismo estadio, allá lejos en el tiempo. Y la sensación inequívoca que dejó la noche del viernes es que los hinchas argentinos que pagaron hasta $ 680 por una platea -o populares de $ 500 en la reventa- fueron al Monumental a ver a Lionel Messi. Casi como si el partido Argentina-Venezuela fuera apenas una excusa para ver en escena al intérprete más grande en la actualidad del juego que mejor jugamos y más nos gusta.

Cuesta encontrar adjetivos nuevos, ya todos saben -televisión e internet mediante- de lo que es capaz este rosarino con la pelota en los pies. Y ninguno de los argentinos que presenciaron el 3-0 sobre la "vinotinto" se volvió a casa defraudado.

Dos asistencias, un penal con grito de gol, y varias dosis de genialidad única compensaron con creces la inversión económica y la tortura del tránsito porteño afrontados para llegar a tiempo a la cancha. Las banderas atestiguaban esta rendición incondicional a su "majestad", un escenario inimaginado hace menos de año y medio, cuando el estadio de River lucía semivacío en el pálido empate ante Bolivia.

Se sabe también: se acabaron los cuestionamientos y ahora es época de romance con Messi. Y sólo por carácter transitivo con la "albiceleste" de Sabella.

Uno de los "trapos" más originales pareció en consonancia con la Franciscomanía de estos tiempos. "Messi, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una casaca tuya bastará para sanarme", decía el mensaje de unos simpatizantes provenientes de la localidad santafesina de Las Parejas. Y no parecía traído de los pelos: ver en acción al mejor del mejor del mundo deviene para los fieles creyentes de este deporte en un hecho religioso.

"Messiento enamorado", "Messi hacé Lío", "Leo Messi orgullo nacional", "Dios-Messi", y siguieron las banderas… Pero además del texto también el contexto habló del nuevo credo instalado: en el marco de un público de teatro, que observó en silencio casi todo el partido, los cantos sólo emergieron bajo el influjo del "jugador de todos".

"Que de la mano, de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar" fue la consigna que consiguió levantar a todos de sus asientos de vez en cuando. Y que contrastó, por ejemplo, con la indiferencia de la gente cuando el doble goleador Gonzalo "Pipita" Higuaín dejó la cancha reemplazado, sin que a nadie se le moviera un pelo ni se le ocurriera tributarle una ovación.

El triunfo y la alegría de la gente no le quitaron las ganas de trabajar a nadie de la Selección. El técnico ordenó una práctica livianita y después descanso por la tarde. Durante ese tiempo se pondrá las pilas para preparar el duelo contra Bolivia. Aún no lo confirmó, pero es casi un hecho que sacrificará un delantero para poner un defensor más. Pero eso no importa. Antes de La Paz y con el boleto a Brasil 2014 en la mente de todos ya en el bolsillo, es época de "messianismo" puro, los demás sólo acompañan.