Es monja dominica contemplativa, tucumana, y vive en España. Desde Manresa, en Cataluña, sor Lucía Caram divide sus días, horas y minutos entre la oración, el estudio y la vida en comunidad y una intensa actividad social a favor de los pobres y desvalidos. Aún así se da tiempo para escribir. Su nuevo libro -"Mi claustro es el mundo"- se convirtió en un verdadero suceso editorial. ¡Va por la tercera edición en apenas cuatro meses! "Mi vida son mis causas, y mis causas valen más que mi vida. Este es el mensaje y la clave para entender", sostiene acerca del éxito de su obra.
En "Mi claustro es el mundo" sor Lucía cuenta sobre su infancia en Tucumán, sus primeros años de noviciado y sus dificultades para adaptarse a las estructuras de una Iglesia que clama por un cambio.
- "Mi Claustro..." ha sido un suceso editorial. ¿A qué se debe su éxito?
- Me sorprendió la acogida y cómo se multiplican las presentaciones del libro. Está escrito en un lenguaje muy coloquial: escribo tal como hablo, y me atrevo a poner en voz alta muchos interrogantes y reflexiones, que posiblemente muchos nos hacemos, pero que no siempre tenemos la valentía de plantear. Hablo desde la vida, desde lo que anima mi fe y mi compromiso, y sobre todo intento dar esperanza y aportar un plus de optimismo en esta hora de crisis que estamos viviendo a nivel global.
- ¿Cuál fue su propósito al escribir este libro? ¿Cuál es la clave para entenderlo?
- Mi propósito es generar complicidades y nuevas sinergias para trabajar con todos los hombres y mujeres de buena voluntad por un mundo más justo, fraterno y solidario. Es también decir alto y claro que la figura de Jesús de Nazaret enamora, seduce y compromete, y que su causa es la mía: la causa de la humanidad. Sin duda en las páginas puedo desgranar esas causas: la de la justicia y la paz, la de la libertad, la del respeto. Mi vida son mis causas, y mis causas valen más que mi vida. Este es el mensaje y la clave para entender lo que explico, y lo que hago, que a muchos sorprende, ya que soy "monja de clausura". A mí me gusta decir "contemplativa" porque intento contemplar la historia desde el corazón de Dios, y desde ahí asumir como propia su causa.
- ¿Desde Europa, cuál cree que es la mirada hoy hacia la Iglesia por parte de la sociedad?
- La Iglesia es vista como una anciana llena de arrugas y que no seduce ni convoca. No se descubre su sabiduría -propia de los años- sino más bien su distancia de la sociedad. La Iglesia en Europa es una de las instituciones menos valorada o menos popular junto con la clase política, y eso es un síntoma de algo. Hay que decir también que se identifica Iglesia con jerarquía y administración vaticana. Las bases, el compromiso social, es muy valorado y reconocido.
- ¿Hace falta un cambio?
- La Iglesia necesita una profunda reforma en sus estructuras, en sus formas y en su forma de presentar el mensaje. Necesita recuperar la austeridad y sencillez del Evangelio y sobre todo, acortar las distancias con los hombres y mujeres de hoy. Hay que sintonizar con sus anhelos y esperanzas, con sus sufrimientos, y desde allí dar respuestas. No valen las respuestas prefabricadas a preguntas que nadie se hace, ni las soluciones a los problemas que la gente no tiene. Hay que volver al Evangelio.
- En estos momentos, ¿cuál es el perfil del Papa que necesita la Iglesia?
- La Iglesia necesita un Papa santo, abierto y que no tenga miedo. Que mirando a Jesús sea capaz de promover la instauración de un nuevo orden, que sea cercano y que no tenga miedo de limpiar la curia, y como Juan XXIII abrir las ventanas de la Iglesia para que entre el aire y se renueve. Hace falta un Papa que promueva la bondad, más que la perfección, que sepa contagiar felicidad y alegría, y que dé más primacía a las comunidades locales: Roma queda muy lejos de todo.
- ¿Qué cambios cree que son insoslayables en la iglesia de nuestro tiempo?
- Me gustaría que el Papa no sea un jefe de Estado. Que sea un Pastor, un nexo de comunión, y un servidor de la comunión entre todas las comunidades. Que promueva el respeto a la diversidad de pensamiento dentro de la Iglesia y que ayude a la Iglesia a ser pobre y a hacer suya la causa de los más pobres. Urge una renovación y simplificación de la Curia Romana y de las administraciones jerárquicas. La Iglesia deber recuperar su dimensión profética y carismática.
- ¿Qué opina sobre el celibato, el uso de preservativos, y la participación de la mujer en actividades sacerdotes?
- Decía Chesterton que "para entrar en la Iglesia se nos pide que nos quitemos el sombrero, no la cabeza", por tanto creo que no podemos evitar determinados planteos que se hacen desde la honestidad y el deseo de vivir el Evangelio. El celibato es un valor y yo lo reivindico, pero ha de ser una opción libre y nunca una imposición. Creo que el celibato como condición para el sacerdocio puede y debe ser revisado. Todo lo referente a la moral sexual, debe ser puesto al día y se ha de escuchar y respetar la decisión libre de las parejas. Hay que acompañar y nunca condenar.
- ¿Qué debemos replantearnos a partir de la renuncia del Papa?
- Creo que su renuncia nos dice que el nuevo Papa ha de tener fuerza y vigor para renovar a la Iglesia o acompañar su renovación. El Evangelio dice: "el vino nuevo necesita odres nuevos", no podemos seguir con odres tan antiguos porque el vino nuevo los está reventando y esos odres añejos ya no dan más de sí. Vino nuevo, odres nuevos, y que la Fiesta del Reino, con el Vino Generoso del Evangelio empiece y abra sus puertas a todos aquellos que quieren vivir el mensaje de Jesús con libertad.