Fue un golpe bajo el de San Martín en Maipú. El equipo revolvió vicios del pasado y regresó de tierras cuyanas con las manos vacías y la cabeza llena de dudas. ¿Qué pasó en Mendoza? El equipo no tuvo la estampa de siempre, mejor dicho, la de los últimos partidos. Se pareció más a ese que jamás convenció desde que arrancó el torneo, y nada al que sabe cuáles son sus herramientas para desactivar al enemigo. Carlos Roldán le había cambiado la cara al toque en el primer partido que dirigió cuando regresó a La Ciudadela. Se hizo entender fácil en base a trabajo y más trabajo. El equipo recibió su mensaje y, aunque siempre quedaron cosas por pulir, sacó chapa para lograr la clasificación temprana en el poco tiempo que le quedaba. Pero todo eso faltó en Maipú, y el DT se volvió a Tucumán consciente de lo que había visto en la cancha del "cruzado", que no le gustó para nada.
Para él la clave estuvo en una acción específica: la roja a Gustavo Balvorín apenas comenzado el complemento, y con el marcador desfavorable. "Uno a veces tiene que entender que debe ser más inteligente y más cerebral que sanguíneo", suelta Carlos, entendiendo que "Ring...Ring..." se dejó llevar más de la cuenta.
Lo peor que podía pasar, pasó. Pero ya está, el nuevo plan es claro: "cuando uno es ordenado, seguramente va a correr menos riesgos. Y eso es lo que trataremos de buscar", anticipa el DT, que desde ya está poniendo manos a la obra para poner al plantel en condiciones y apuntando a San Jorge.
Su idea es que el equipo vuelva a captar el mensaje temprano, sin olvidar que la mente fría debe primar a la hora de las decisiones. El equipo no puede volver pifiar y tiene nueve partidos claves por delante. "El margen de error se achica y no nos queda otra que ganar", sella a fuego Roldán. Lo grita a los cuatro vientos, para que lo escuche su San Martín.