En noviembre de 1812, en Tucumán, el general Manuel Belgrano atendía con preocupación las necesidades que deparaba la inmediata expedición a emprender sobre Salta. Escribía al Triunvirato que uno de los "principales obstáculos que se presentarán para penetrar en las provincias del Perú será la falta de transportes".

Explicaba que Tucumán, "con la permanencia de nuestro ejército, sus dos retiradas, y el tránsito del enemigo que roba y destruye cuanto encuentra, va quedando exhausta de toda clase de recursos". Entonces, le parecía "muy justo que todas concurran, según sus arbitrios, a conseguir los triunfos que han de afianzar la libertad de la patria; y mucho más aquellas que, por una concurrencia de circunstancias particulares, han de sentir más de cerca sus favorables efectos".

Le parecía indudable que la provincia de Córdoba era "la más abundante en muladas mansas" y que la beneficiarían enormemente si se liberaba la comunicación con el Perú. Esto porque "sus vecinos son los que hacen el principal comercio de esta clase de ganado, que se interna a todos aquellos pueblos".

Por todo eso, le parecía que "será muy conforme a la justicia", que se requiera a toda la provincia de Córdoba, "un empréstito o donativo de dos mil cabalgaduras mansas y de buen uso para el servicio del ejército de mi mando, otorgándose los correspondientes documentos a los vecinos donantes, por los Cabildos de las ciudades y villas". Estos deberían entenderse con los jueces de partidos, para la "distribución proporcional" de la respectiva carga.