"Cambia, todo cambia... ", dice la canción. Y los corsos, las comparsas y las murgas no podían ser la excepción. En este último viaje al pasado de las Historias de Carnaval queremos mostrarte y contarte algunas de las costumbres que se fueron perdiendo.
Nostalgia que lleva años
Claro que esta sensación que huele a nostalgia no es nueva. Y hasta puede llegar a parecerles una exageración a quienes en la década del 70 recién estaban naciendo.
El 20 de febrero de 1971, LA GACETA ya miraba con tristeza hacia el pasado en su crónica del Carnaval: "Los festejos de años atrás... tenían sabor a serpentinas, flores y agua perfumada. Pero ya hace mucho tiempo que comenzó la agonía de estas celebraciones", escribe el periodista, y lamenta que los corsos de flores fueran una rememoración de nostálgicos. En esos tiempos, habían ganado fama los corsos de Aguilares (que cumplen 40 años en 2014) y los de Monteros.
Remitirse a las pruebas
Sin embargo, la costumbre de desfilar disfrazados y bailando por lugares claves de la ciudad no se perdió inmediatamente. Te lo dicen las imágenes. Y también muestran las crónicas de entonces que los carnavales tucumanos eran lo suficientemente importantes y conocidos como para que algunas de las comparsas llegaran de otras tierras.
Eso ocurrió con la de los astronautas de 1969 (foto superior izquierda) y la Montaraz (arriba a la derecha), venida especialmente de la ciudad salteña de Metán. Según la crónica del 26 de febrero de 1973: "el grupo acaparó la atención de los transeúntes por sus llamativos atuendos y por la espectacularidad del ritmo de su marcha".
Los pronósticos agoreros nunca se cumplieron, en realidad. Quedan en nuestro archivo testimonios de comparsas que desfilaron por la peatonal en 1991 y en 1993. Y los corsos que este año se realizaron en distintos barrios de la ciudad confirman que con el Rey Momo no hay quien pueda.