"El fútbol -intentó atajarse el jueves pasado Joseph Blatter- es un juego, siempre hay tramposos y nunca pararán". El presidente de la FIFA se vio obligado a hablar tras la gravísima denuncia de Europol, la Oficina Europea de Policía, que comprobó al menos 150 partidos arreglados, entre unos 600 bajo sospecha.

En la conferencia de prensa del lunes pasado, en la que hizo estallar la bomba, Rob Wainwrigth, jefe de Europol, no quiso identificar los partidos arreglados porque dijo que están en curso procesos judiciales. Sí mencionó en cambio un amistoso de selecciones Sub-20 que Argentina le ganó 1-0 a Bolivia en 2010. Fue en Córdoba, con un gol de penal del ex Boca Sergio Araujo a los 13 minutos del descuento concedido por el árbitro húngaro Legyel Kolos, quien a los 75' había anulado de modo también extraño un gol de Lucas Rodríguez. La mención de ese partido bastó para que decenas de comentarios, en medios de diversas partes del mundo (argentinos incluidos), dijeran que en nuestro país hasta los juveniles ya están corrompidos.

Pero la denuncia, en rigor, no era hacia jugadores ni técnicos, sino hacia el árbitro. Y, de pensar en algún cómplice, habría que extender la mirada hacia quien designó a ese árbitro. Como también a quien designó a los árbitros de Sierra Leona y Burkina Faso que, semanas antes de ese partido en Córdoba, dirigieron en otro torneo amistoso de selecciones Sub-20 jugado en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en cuya primera doble fecha (Argentina-Chile y Bolivia-Colombia) se cobraron 6 penales y se anularon 5 goles.

Aunque ni Europol ni las crónicas de prensa lo mencionaron en estos días, hubo otro partido de Argentina, pero de la Selección mayor, que también quedó envuelto en la sospecha. No por los jugadores, sino otra vez por el árbitro, Ibrahim Chaibou, de Níger. Nigeria goleó 4-1 a la Argentina de Sergio Batista el 1 de junio de 2011 en Abuja, con un penal insólito para el local y otro también insólito para la blanquiceleste, en el minuto 8 del descuento.

En 2010, Chaibou cobró tres penales también polémicos en el amistoso Sudáfrica 5-Guatemala 0. Es uno de los árbitros favoritos de la empresa Exclusive Sports, que, entre otras, firmó un acuerdo para organizar partidos de la selección de Sudáfrica. Cuatro días antes del 5-0 a Guatemala, Sudáfrica había ganado 2-1 a Colombia. Todos los goles fueron de penal y uno fue pateado dos veces por orden del árbitro keniano Langat Kipngetich.

La propia FIFA de Blatter abrió investigaciones sobre ambos partidos, igual que otros amistosos de Sudáfrica: 4-0 a Tailandia y 1-1 con Bulgaria. Exclusive Sports, que se arrogó el derecho de designar los árbitros de esos partidos, tiene como patrón a Wilson Raj Perumal, nacido hace 47 años en Singapur, donde fue arrestado en 1995 y 1999 por arreglar cotejos, delito que también cometió en Finlandia. Su firma (que entonces se llamaba Football Four U) se adueñó allí del club Tempere United. Los resultados sorpresivos del Tempere terminaron con Raj otra vez en la cárcel y con el Tempere echado del campeonato finlandés.

Raj habló a cambio de una reducción de pena. Contó, por ejemplo, de qué modo, Exclusive Sports, que también firmó acuerdos con la Federación de El Salvador, contrató a una selección "trucha" de Zimbabwe que jugó once partidos en Asia con resultados arreglados. Y a otra selección también trucha de Togo para que perdiera 3-0 en Bahrein.

Sus tentáculos, dijo Raj, llegaron también al Primer Mundo, exactamente a Italia, donde desde hace años la justicia ordinaria sigue investigando arreglos de partidos que llegan a la Serie A y tocan a jugadores que pasaron por la selección de ese país. Hombres que controlan el vestuario y tienen amigos en otros clubes, es decir, la posibilidad de amañar un resultado.

Fue dramático el caso del ex arquero de Cremonese Marco Paoloni, que explotó un año atrás. Hundido económicamente por apuestas fallidas, Paoloni se jactó de arreglos que jamás hizo, confiando, por ejemplo, que Inter podía golear 3-0 al débil Lecce, al que finalmente venció apenas 1-0. Los mafiosos asiáticos, advertidos del engaño, lo obligaron a que enloqueciera buscando otros arreglos y hasta hiciera tomar agua contaminada a sus compañeros de equipo para que perdieran un partido.

Si bien Europol sólo citó el lunes pasado el partido Sub-20 Argentina-Bolivia, la prensa europea mencionó cotejos jugados en su propio continente. Así, Vukasin Poleksic, arquero montenegrino del Debrecen húngaro, debió desmentir que él haya ido a menos en una derrota 0-1 ante Liverpool, por Liga de Campeones de 2009, como dijo el diario Daily Mail. El alemán Bild aseguró que más de la tercera parte de los partidos bajo sospecha de Europol se jugaron en ese país, aunque no en las dos principales divisiones. Y que residen en Alemania 151 de las 425 personas bajo investigación, entre jugadores, árbitros, dirigentes y agentes.

En general, se trata de casas ilegales de apuestas con sede en Singapur y con una fuerte base en Alemania, porque desde allí resulta más fácil establecer vínculos con el este europeo, donde se juegan buena parte de los partidos bajo sospecha. Cuanto menos visibilidad tenga el partido, más fácil será el arreglo. Por eso, distinto parece el caso de otros partidos también bajo sospecha. El más mencionado fue uno que Olympique Lyon ganó la temporada pasada 7-1 en campo del Dynamo Zagreb. Lyon precisaba cinco goles para clasificarse a octavos de final de la Liga de Campeones y que Ajax perdiera a su vez contra Real Madrid en el Berbabéu. Ajax perdió 3-0 y le anularon dos goles por offsides inexistentes.

También en Argentina podríamos recordar llamativas definiciones de campeonatos de los '90, partidos River-Argentinos o aquel título de Boca del '91 contra San Martín de Tucumán. Pero el interés del eventual arreglo sería en estos casos deportivo. Claro que las apuestas ilegales modificaron todo.

Ahora, como se comprobó en Italia, una vez que se arregla un resultado por interés deportivo, algunos jugadores buscan cobrar doble y, ya que van a menos, avisan y pactan también con los apostadores. Arreglan no sólo la derrota, sino también la cantidad de goles por la que perderán. Lo peor, según las investigaciones judiciales italianas, fue cuando fanáticos del Bari se enteraron que algunos jugadores de su equipo estaban haciendo esa clase de arreglos. No los denunciaron ni exigieron al club que los echara. Eso sí, exigieron formar parte del negocio.