Aguilares ruge. Desde las incontables avenidas de la ciudad se escuchan los tambores y redoblantes que calientan el carnaval. Se respira la ansiedad bordada durante un año, desde el instante en que la comparsa Ara Tani se consagró reina de los corsos 2012.
El escenario es nuevamente el corsódromo de Aguilares, una suerte de primo lejano y tal vez desconocido del monumental sambódromo de Río de Janeiro. En la ciudad de las avenidas, a pocos minutos de que se desate la fiesta, también se respiran sueños. "Mi gran anhelo, mi sueño máximo, es que Aguilares llegue alguna vez a ser como Gualeguaychú, tan importante como eso. Creo que con ganas y organización lo podemos lograr", apuesta Ibana Sánchez ("con b", aclara), de 27 años. Es una de las dulces figuras de Araza Tuba, una de las cuatro grandes comparsas de la ciudad, que este año se planteó como eje temático "la dulzura del carnaval".
La comparsa Alexa deslumbra con esmeraldas, rubíes y brillantes de plástico. Ellos representan nada menos que la victoria de Egipto en la guerra del Nilo. Al frente va Cleopatra con sus plumas larguísimas, personificada por Juan Manuel Ibáñez, una diva transexual de 39 años conocida en todo Aguilares con el mismo nombre que su comparsa. En el carnaval a nadie le importa el nombre ni el género: lo que la tribuna quiere es brillos, baile y alegría.
A la pista
Los locutores de Radio Identidad hacen malabares con las palabras para disimular la espera. Las tribunas están llenas y en el club las comparsas apuran el último bocado de chori antes de salir. ¿Qué sienten en ese instante previo a la gloria? "Nervios, alegría, emoción, piel de gallina, diversión, miedo, ganas de que todo salga bien", contestan en igual proporción bailarinas y bailarines. Desde los fleteros como Luis Vera (64), que manejarán la carroza de las comparsas locales, hasta los organizadores y los periodistas, todos, sin excepción, mueven los hombros al compás de las batucadas de Clay o Los Escorpiones, agrupación que está haciendo furor por allí.
El personal de seguridad despeja la pista de niños que juegan con témpera y nieve artificial, indicando que el show está a punto de largar. Abre la noche la carroza que lleva al Rey Momo, el soberano que preside todas las jornadas de corsos en Aguilares. Los dioses mueren de envidia: nunca nadie fue tan reverenciado como él durante estas noches de desenfreno.
Las pasistas sacuden lentejuelas y saltan gotas de transpiración a los cuatro vientos. Todo el esfuerzo de un año desfila fugaz por el corsódromo y las bailarinas, con sus sonrisas eternas, tratarán de simpatizarle a un jurado que intenta tomarse con seriedad el asunto.
La comparsa Frou Frou, una de las invitadas que llegó desde Corrientes con sus más de 60 integrantes, deja muda a la tribuna con su vestuario y su ritmo, dos elementos clave. "Tres cosas debe tener una bailarina: un buen traje, un excelente porte de mujer y el swing grabado en su cuerpo", había instruído Carolina Nair (20), de Ara Tani, durante una conversación con LA GACETA. A las litoraleñas les sobran de los tres condimentos.
Hasta que llegó Berimbao, y los foráneos quedaron en el olvido. La comparsa aguilarense desplegó toda su artillería y se convirtió en una de la más aplaudidas de la noche. Será por sus pasos, por su colorido o por la exuberante bailarina escasa de traje -la más osada de la ronda-, pero lo cierto es que produjo destellos en los ojos masculinos y codazos femeninos.
Con el poco aire que quedaba en el ambiente, la siguieron los caporales de Santa María y la reina del año pasado, que peleará por conservar el trono. Así pasó la primera de tres noches intensas, cuyas puertas se cerrarán hoy cuando el diablo vuelva al inframundo.