A los 11 años, Yolanda Mabel experimentó el primer gran dolor de su vida: la muerte de sus abuelos. Como vivía con ellos, al poco tiempo tuvo que mudarse de casa y de colegio. Fue un cambio brusco y muy duro que le trastocó no sólo la vida sino también su mundo afectivo y hasta obró como detonante de una complicada enfermedad: artritis psoriásica. El diagnóstico certero lo recibió a los 33 años, tras peregrinar por distintos consultorios médicos y sufrir lo indecible.
Al poco tiempo de la muerte de sus abuelos, la cabeza de Yolanda comenzó a teñirse de manchas rojizas y escamosas que le provocaban picazón. El brote se le extendió luego en forma simétrica y bilateral a los brazos y las piernas.
"Me dijeron que era psoriasis y me medicaron corticoides. En un momento la enfermedad desapareció, pero al tiempo volvió. Con idas y vueltas me mantuve así hasta fines de los 90, cuando nació mi hijo. Desde entonces y hasta el 2001, la psoriasis no se me fue nunca más y mi cuadro empeoró con fuertes dolores en el cuerpo y fiebre, síntomas que no había tenido antes. De nuevo deambulé por varios médicos y hospitales, hasta que me derivaron a un reumatólogo. Así llegué al doctor Alberto Berman. Me pidió análisis específicos y radiografía y me dijo: 'vos tenés artritis psoriásica', me explicó que era una un tipo de enfermedad reumática interrelacionada con psoriasis y comenzó a tratarme con diferentes drogas. Algunas me hacían más efecto que otras, pero nada le ponía freno a la enfermedad... Después de años de sufrimiento hoy puedo afirmar que vivo en paz desde hace un año, con la enfermedad muy bien controlada", narró Yolanda a LA GACETA. La mujer cumplió 43 años, está divorciada, tiene un hijo de 22 y hace 24 años ocupa un cargo directivo en la docencia.
La vida de Yolanda, según su propio testimonio, fue literalmente un calvario. Sufrió sucesivos episodios de dolor de espalda y de manos que ella le atribuía al cansancio cuando la causa del padecimiento aún no estaba determinada. Inició el tratamiento con Berman cuando tenía un cuadro crónico de artritis que la atormentaba.
Perdió autonomía
"Sufría una inmovilidad terrible: no podía cortar alimentos ni levantar los pies para subir el cordón de la vereda, ni bañarme, ni vestirme ni peinarme... Los dolores insoportables de la artritis me habían atacado todo el cuerpo. Empezamos con corticoides inyectables y drogas nuevas que me daban en el Hospital Padilla, hasta que un día dejaron de proveerme. El doctor Berman me hizo sacar el certificado de discapacidad; inicié un expediente en el Subsidio de Salud y presenté un recurso de amparo para que me entreguen los fármacos...", detalló.
Yolanda realizó cuánto trámite le exigieron. Llegó a marzo de 2011 con el 78% de su cuerpo cubierto de psoriasis y con dolores articulares punzantes que la atormentaban. "Un día me retiré a punto de desmayarme... Llegué llorando al doctor Berman y le dije: 'no doy más. Haga lo que sea doctor pero déme hoy mismo una solución... Mi vida es un infierno. No puedo seguir viviendo así ¿me entiende, doctor? Ayúdeme...' Me quedó mirando y me prometió hacer todo lo que esté a su alcance".
Sentía vergüenza
Yolanda recuerda que ese día hacía un calor infernal y sin embargo estaba vestida con pantalones, con camisa manga larga y abrochada hasta el cuello "porque sentía vergüenza de que me vieran con la piel enrojecida, con escamas, totalmente brotada, inflamada, dolorida... Además, ¡detestaba verme en el espejo!", rememora.
Finalmente, el doctor Berman consiguió incluirla en un ensayo clínico con nuevos fármacos para tratar la artritis psoriásica. Y en marzo de 2011 comenzó con el protocolo. "La nueva terapia me devolvió las ganas de vivir, de trabajar, de salir. Le escribo mensajes al doctor Berman para darle las gracias por haberme devuelto la sonrisa y las ganas de vivir. ¡Qué bien me siento ahora! ¡Y pensar que estuve a punto de quitarme la vida...! Ahora le pido perdón a Dios: me recuperé un 100% de mi enfermedad, desaparecieron los dolores, mi angustia y mi enojo con el mundo. Hoy me da igual si el colectivo se demora o si debo esperarlo con 40° a la sombra. Me siento más sana que nunca. Esto es lo que más valoro", confesó feliz la mujer.