Mi madre, Matilde Frías Silva de Zavalía, amaba Tafí del Valle. Ella nos subía a caballo a mí y a mis ocho hermanos. El viaje se hacía en un par de días: la primera noche dormíamos en carpa en "La Ventanita" y, por la mañana, cruzábamos la quebrada.

Veraneábamos cuatro meses. Por ello, venir acá era toda una proeza: había que traer mercadería, muebles, ropa, comida y todo lo que se necesitaba para vivir durante ese largo tiempo. Luego se hizo el camino y veníamos en el auto de algún tío.

El valle era inmenso: no existían las cercas; abundaban los molles; las vacas andaban por todos lados y sólo existían los cascos de las estancias (que pertenecían a mis familiares). Todo estaba dado para que con mis primos Zavaleta, Martínez Zavalía, Chenaut y Esteves -que éramos muy salvajes- cabalgáramos por los rincones más recónditos.

Tanto tiempo pasábamos en Tafí, que extrañábamos algunas cosas de la ciudad. Por ello, un tío soltero que tenía buena plata, Justiniano Frías Silva, fundó una panadería en El Mollar para que tuviésemos pan recién horneado; también creó La Tinaja de Barro (donde actualmente está la estación de servicio) para que pudiéramos salir de noche y bailar con los muchachos. Allí nos hizo un cine, lo que más añorábamos de la capital. Y hasta contrató a un heladero de Monteros para que nos deleitase con sus cremas de sabores inéditos.

Conocí a Alfredo Cossio, mi marido y el padre de mis diez hijos, en estas tierras. El amor surgió durante un verano, cuando él alquiló una casa en Tafí (¡nunca más quiso irse!). A los tres años de novios nos casamos en la Capilla de La Banda, que era propiedad de mi abuelo, José Frías Silva. La ceremonia se realizó en enero de 1958 y fue la primera de esta especie en ese templo. Recuerdo que, por las lluvias, el camino estaba cortado. Los invitados tuvieron que llegar por Salta: fue toda una odisea.

Cuando murieron mis padres, cada uno de mis hermanos construyó su casa en un lugar de La Banda. Yo erigí la mía a un lado de El Zanjón, donde estaba el saladero para los animales, lugar que había recorrido intensamente durante la infancia. Algunos primos me decían que no edificase acá porque había muchas historias fantásticas vinculadas a este lugar, como la del enano que espantaba a todo aquel que cruzara El Zanjón... Pero nunca comprobé nada.

Tengo tantas experiencias en Tafí que a veces se me escapa un "mi valle". En ese momento, mi hijo abogado me mira y me advierte: "es de Dios. No te hagas la pícara, mamá".