A Sean Penn le ponen una nariz de plástico y lo obligan a hacer lo que mejor hace: enojarse. Grita, escupe, tortura, mata. Pero todos sabemos que está actuando. Esa nariz no es de verdad. Ese villano es falso. Vamos al cine porque queremos que nos mientan. Nos gusta, así de sencillo. "Fuerza antiganster" (2013) no satisface ese morbo.
Ruben Fleischer, el director de la película, sufre la maldición de la opera prima exitosa. En 2009 estrenó "Zombieland". Alta película con cameo sorpresa de Bill Murray. Insuperable.
El actor Ryan Gosling es un buen tipo, macanudo parece, pero a él también lo obligan a hacer lo que mejor hace: ser un tipo macanudo. Tal vez interpreta al héroe de "Drive" (2011), pero más verborrágico. Josh Brolin se pone el traje de superhéroe estadounidense. Poco creíble, ya interpretó a Bush hijo en "W" (2008). Emma Stone vuelve a trabajar para Fleischer (ya la dirigió en "Zombieland") y da la sensación de que no sabe llorar de verdad cuando se lo piden los productores mercenarios. Así se arma esta pandilla de policías renegados que trata de voltear a Penn, capo de la mafia en Los Ángeles de la post guerra. Una película, digámoslo lisa y llanamente, hecha para ganar plata.
Un híbrido
Basada en hechos reales y en una novela de Paul Lieberman, "Fuerza antigangster" es un híbrido entre la adaptación literaria y el celuloide de efectos especiales. Empieza bien, para que negarlo. Mickey Cohen, el villano que interpreta Penn, jefe de la mafia judía, golpea a puño limpio (y en super slow motion) una pesada bolsa de box, mientras se escucha un sencillo monólogo de Brolin.
Sin dar muchas vueltas nos aclara el panorama: Mickey es más malo que el diablo y debemos matarlo. Cabe destacar que Jason Patrick, el robot perverso de "Terminator 2", es de la pandilla antigangster y se las ingenia para caerle simpático al público al interpretar a un sheriff avejentado con excelente puntería. Siempre se las ingenia. Y sigue actuando, por lo visto. En fin, los policías renegados se ven obligados a bordear la ley para darle una golpiza al malo de Cohen. Son verdaderos outsiders, pero buenos tipos. Por no decir buenos patriotas norteamericanos que cumplen órdenes de un superior interpretado por un Nick Nolte salido del geriátrico. No puede ni hablar, o no se lo entiende. O es un buen actor, después de todo. La fórmula es harto universal y abundan los lugares comunes. Tal vez, lo novedoso llega al último, durante los créditos finales. Los títulos se escriben sobre postales de Los Ángeles de mediados del siglo XX.
En fin, los vendedores ambulantes de la Muñecas al 100 ya venden la película. Trucha, obvio. No deberían ni venderla. O si lo hacen, deberían ponerle un rótulo que rece: "esta pandilla no sabe mentir".