Taktikllakta parece haber sido el nombre originario de la villa mimada. Proviene del idioma cacán y significa "Pueblo de la espléndida entrada", abreviado luego por los españoles como Tafí del Valle. Los jinetes motorizados del Dakar supieron advertir el valor etimológico del poblado montañoso y lo demostraron, sin darse cuenta, mediante el reciproco afecto que entablaron con sus groupiestuercas.
Por lo general, entre Tafí y El Mollar suele haber 4.730 camas disponibles a lo largo del año, sin contar los campings. Pero el raid en boga marcó un récord de antología turística al convocar a más de 35.000 personas. "Es la primera vez en muchos años que un evento así atrae a tanta gente. Se ocuparon todas las plazas y hasta hoy al mediodía (por ayer) las carpas seguían a la vera de la ruta 307", contó el intendente de la villa veraniega, Manuel Yapura Astorga. "Por supuesto, el rally también dejó mucha basura en aquellos lugares en los que hubo asentamientos masivos de gente, pero las tareas de limpieza han comenzado", explicó.
Un total de 420 efectivos se dispersaron estratégicamente sobre los conglomerados humanos que aplaudieron rabiosamente el desfile dakariano. "El control policial se extendió desde Colalao del Valle hasta Acheral. No hubo ningún inconveniente", aclaró el subjefe de la Policía, Luis Osvaldo Pedraza.
A su vez, los Bomberos Voluntarios de Tafí del Valle dispusieron unidades en El Infiernillo, en el kilómetro 47, en la rotonda y en la estación de servicios de La Angostura.
Cerveza para todos
Los kioscos no dejaron de aprovisionar a la muchedumbre. Paola Cruz vendió toda la cerveza que tenía. Victoria Viltes, dueña del bar "Don Pedro", también se sorprendió al ver que las heladeras de su local quedaron vacías. Era lógico, después de la tormenta que amenazó con destruir el itinerario de la carrera a media mañana del sábado, la gente buscó relajarse. La cerveza se bebió como agua.
La cruzada de los automovilistas pseudo dioses revolucionó la rutina del valle. Cuando el último rodado se despidió con un bocinazo, el eco retumbó en el cielo. En el pueblo de la espléndida entrada, los más jóvenes remataron la velada tirando los cohetes que habían sobrado de las fiestas recientes y el aroma a pólvora le devolvió al valle su trillado ritmo de verano.