El incidente sucedió apenas cuatro días antes. Pero la gala estilo Hollywood de la FIFA que coronó a Lionel Messi con su histórico Balón de Oro no lo incluyó en su agenda oficial. Fue una pena. En la conferencia de prensa previa, un periodista, siempre los hay, preguntó igualmente sobre Kevin-Prince Boateng. El jueves 3 de enero de 2013 el jugador del Milan, nacido en Berlín, de padre ghanés, dijo basta. No soportó el enésimo "buuuu" racista, tomó la pelota y la tiró furibundo contra el grupo de fanáticos que se burlaba de él. Se quitó la camiseta y se fue de la cancha. Sus compañeros lo siguieron y el partido, amistoso, se acabó a los 26 minutos.

Sucedió en el estadio de Pro Patria, un club de cuarta división en Busto Arsizio, un municipio de 80.000 habitantes de la provincia de Varese, norte de Italia, 25 kilómetros al norte de Milán. La FIFA elogió a Boateng, pero aclaró que un jugador no puede suspender un partido. Él, no obstante, avisó que volverá a irse de la cancha si recibe nuevos insultos racistas y el árbitro o la policía no paran el partido. Que podrá hacerlo hoy mismo en cancha de Sampdoria, por Liga de Italia, o el 20 de febrero en el Camp Nou, cuando Milan enfrente a Barcelona por octavos de final de Liga de Campeones. "Aseguro que en todos los partidos, incluso internacionales, donde se confirmen episodios de este tipo, Milan dejará el campo juego", advirtió Silvio Berlusconi. El dueño de Milan, patrón de Boateng, apoyó al jugador.

El alcalde de la vecina Corbetta, Antonio Balzarotti, terminaba de condenar el racismo con palabras de ocasión. Creyó que la entrevista había terminado y se le escuchó preguntar a un colaborador: "¿Acaso es delito si uno hace buuu a un negro?". El canal Sky Tg24 le preguntaba el último martes sobre Riccardo Grittini, su asesor de Deportes de 21 años de edad identificado como uno de los fanáticos que atacó a Boateng.

Grittini, arquero del Corbetta Calcio y estudiante de la Universidad Católica, seguramente no podrá pisar una cancha por cinco años. Igual que otros cinco hinchas de Pro Patria, un club cuyos orígenes se remontan a fines de 1800 cuando el deporte adiestraba cuerpos por si había guerra. "Es un buen muchacho -lo justificó Balzarotti-, me dijo que lo que pasó fue lo que sucede cualquier domingo en un estadio".

Balzarotti y Grittini pertenecen a la Liga Norte, un partido xenófobo que pide un Norte separado y algunos de cuyos legisladores propusieron crear campos de concentración y castigos especiales para los inmigrantes clandestinos. "Lo mejor -llegó a decir hace unos años el dirigente Erminio Boso- es llevarlos hasta el glaciar del monte Blanco, donde los podremos contar bien, y después hacer con ellos granadina de menta".

No fue menos Giorgio Betto, representante de la Liga Norte en el Concejo Deliberante de Treviso: "Hay que usar los mismos métodos de las SS nazis: castigar a diez por cada abuso que cometan contra uno de nuestros ciudadanos".

Otro propuso disfrazar a los extranjeros de liebres para que los ciudadanos les disparen con escopetas, una broma, claro. Cuando la Liga Norte tenía estas y otras propuestas similares era socia en el gobierno italiano que lideraba el entonces premier Berlusconi. Sí, el presidente de Milan. El que apoya a Boateng.

En Busto Arsizio, el pueblo donde se produjo el ataque contra Boateng, el alcalde se llama Gigi Farioli. Pertenece al Pueblo de la Libertad (PDL) el partido fundado por el propio Berlusconi, que ahora, a meses de haber dejado el gobierno en medio de escándalos, dice que quiere volver a la política.

Farioli, que en octubre pasado vio desfilar por las calles de la ciudad a miles de estudiantes en contra de la mafia, también condenó por supuesto el ataque contra Boateng. Pero consideró "inapropiada" su decisión de suspender el partido y se preguntó si el ghanés habría hecho lo mismo si la agresión hubiese sido en San Siro, donde Milan juega de local. Farioli habló además de "cuatro gatos locos, seguramente no hinchas del Pro Patria", como los autores del ataque.

Es cierto que una buena parte de los hinchas que estaban en el estadio aplaudieron a Boateng cuando dejaba la cancha. Pero también es cierto que el racismo en los estadios de Italia no es cosa de "cuatro gatos locos" y sus protagonistas no son exactamente ajenos al fútbol. Un diario de Varese recordó el escándalo de 2003, cuando Pro Patria fichó al nigeriano Ikechukwo Kalu. "Muchos socios se fueron del club y muchos otros hinchas, si Kalu salía como titular, dejaban el estadio", contó Riccardo Guffanti, ex director deportivo de Pro Patria.

Un expediente
Hace sólo unos días la UEFA abrió un expediente contra el club Lazio, que tiene una célebre franja de fanáticos de ultraderecha, por sus cánticos contra el inglés Tottenham Hotspur, un equipo identificado con la comunidad judía. Cánticos peores escuchó de los fanáticos de Lazio el fin de semana pasado el jugador negro de Cagliari, Victor Ibarbo. Y en octubre pasado, fueron miles, "no cuatro gatos locos", los fanáticos de Juventus que cantaron alegres en un partido ante Napoli diciéndole a los hinchas rivales que lavaran su "mugre" aprovechando alguna erupción del Vesubio. "Vesubio, báñalos tú", cantaban. El periodista de la RAI, Giampiero Amandola, acaso entusiasmado con ese ambiente, realizaba las típicas notas de fuera de la cancha con hinchas de Juventus. "¿Cómo reconocen a los hinchas del Napoli? ¿Por su olor", preguntó a un hincha de Juventus, ambos con sonrisa cómplice. Todo Nápoli reaccionó indignado. La RAI pidió disculpas y suspendió al periodista. "Pero en el estadio -se lamentó Walter Mazzarri, DT del Napoli- hinchas de Juventus lanzaron insultos y agravios racistas aún peores".

La Federación Italiana aplicó a Juventus una multa de 7.000 euros, el valor de un juego de camisetas. Además, igual multa aplicó a Napoli, porque también sus fanáticos lanzaron insultos. Al partido siguiente, hinchas del Napoli fueron con máscaras al estadio para denunciar la discriminación de la Federación.

La FIFA tiene razón. Un jugador no debería tener poder para provocar la suspensión de un partido porque el fútbol entraría así en un caos absoluto. Pero el fútbol, aún consciente de que los estadios sólo reflejan parte de lo que sucede en la vida, precisa gestos como el de Boateng. Jugadores que digan basta y luchen contra el racismos.