El motor de las relaciones políticas de estos primeros años del siglo es el dinero. Antes de comenzar un mandato o de estructurar una gestión los administradores analizan cómo será el uso de la plata. Y lamentablemente, de eso depende el comportamiento posterior de las conductas humanas. José Alperovich sabe -y mucho- de estas cuestiones. Cuando fue ministro de Economía de Julio Antonio Miranda, que por estos días se divierte en fiestas de disfraces.

Fue entonces cuando el desguace de los intendentes del interior era incontrolable. Sólo tenían deudas, que los convertían en rehenes absolutos, porque ni los sueldos podían pagar; algo que durante estos últimos 12 años figura en el imaginario ciudadano. Así, Alperovich inventó el pacto social; que de social no tenía nada, pero que le aseguraba a los intendentes que iban a abonar los salarios. Este pacto no era otra cosa que el manejo del dinero por parte del ministro de Economía. En poco tiempo, Alperovich tenía al interior rendido a sus pies.

Cuando Alperovich era candidato a gobernador participó junto a su candidato a vice, Fernando Juri, de un reportaje en LA GACETA. Una de las preguntas que se le hizo fue ¿qué iba a hacer con las dietas de los legisladores? La Constitución de aquel entonces ordenaba que no se podía ajustar los salarios dentro de ese período y que el monto de la dieta debía ser un poco menos que la del gobernador. Con otras palabras, Alperovich respondió, con mucha seguridad, que no debían ganar más que el gobernador, que les alcanzaba con lo que ello representaba -por entonces, no llegaba a los $ 5.000-, y que no iban a ocurrir los desmanes de los gastos de bloque. Se le repreguntó si no era un poco ingenuo, a lo cual respondió que había que hacer cumplir las leyes y dar ejemplos de gestión.

Alperovich estaba en campaña. Después ganó los comicios, reformó la Constitución, fue reelecto y se convirtió en el gobernador récord, a raíz de los triunfos apabullantes que consiguió. Nada de eso le sirvió para transparentar la relación de la política con el dinero.

Esgrimió la incapacidad de manejo de Fernando Juri; y en nombre del descontrol lo sacó de la vicegobernación para ponerlo a Juan Manzur, que decía saber cómo manejar el dinero. Todo fue igual.

Hace unos 20 días a un representante del pueblo "boqui floji" se le escapó que se habían aumentado los gastos sociales un 36%. Esos emolumentos que se guardan en efectivo en un armario y se los entregan en mano propia a cada legislador no forma parte de la dieta que constitucionalmente -artículo 68- perciben. Sin embargo es esta plata la que le da vida a los legisladores. Con ella hacen más o menos política y con la administración de esos fondos también engrosan -o no- sus patrimonios. Es que con los $ 13.000 de dieta no se puede vivir, tal cual lo reconoció esta semana José Gutiérrez. Esta declaración provocó un revuelo político. En la Casa de Gobierno fue muy mal vista la frase del popular "Gallito" que, en verdad, cometió un sincericidio para la clase política.

Lo cierto es que en el ámbito político la remuneración es lo de menos. La verdad pasa por los ingresos extra que tienen. Por eso fue el acierto de la periodista Carolina Ponce de León, de Radio Universidad, que de sopetón y cuando nadie lo esperaba le preguntó: "y, usted gobernador, ¿cuánto gana?". Y Alperovich no lo sabe. Respondió $ 15.000; y luego, sus exégetas precisaron que el sueldo era de $ 24.000.

Si se cumplieran las promesas de campañas, los principios defendidos y las palabras comprometidas de Alperovich y de Manzur los legisladores deberían tener una dieta de por lo menos $ 20.000. Pero eso no importa, porque el verdadero manejo de los dineros se hace de otra manera. Los legisladores son los peores pagos de las funciones públicas, cuando por ser elegidos en forma directa por el pueblo deberían ser los que marquen la punta. Un vocal de Cámara supera los $ 35.000 y el de la Corte podría estar por encima de los $ 40.000. La desigualdad es muy grande entre los tres poderes que manejan el Estado tucumano; y no debería ser así, para poder establecer el sano equilibrio de las instituciones. Tampoco está muy claro lo que ocurre con los ministros, que deberían adecuarse a los ingresos del gobernador y, por lo tanto, recurrirían a emolumentos extra.

De todos modos, ni es algo que se haya transparentado ni un tema que se quiera poner a la luz. De hecho, a todos les conviene que no sea claro porque, de esa manera, el secreto y la oscuridad los ayuda a controlar las voluntades humanas con el dinero. "A río revuelto, ganancia de pescadores".

Cristina, Betty y Susana
Los problemas de la gestión alperovichista no son precisamente de dinero, sino políticos. Esta semana la senadora Beatriz Rojkés recibió un efusivo abrazo que lo vio todo el país cuando Cristina Fernández terminó de dar su discurso a los pies de la fragata Libertad. Fue un alivio para el alperovichismo que, como no tiene señales ni interlocutores claros, espera gestos que oxigenen este presente.

En la Casa de Gobierno los intendentes y los comisionados rurales van y vienen; completan datos, papeles, llenan formularios y terminan las carpetas del plan "Más cerca", que los ayudará a realizar obras en este año electoral. Hay euforia en sus rostros y parece que estuvieran de fiesta en el Palacio. El principal inquilino se mantiene serio. José Alperovich ha perdido hace rato la sonrisa, aunque lo motiven algunos abrazos. Es que Cristina y Betty no son sus únicas preocupaciones: Susana Trimarco lo desvela. El operativo "hay que cumplir con Trimarco" está en marcha, pero es muy frágil ya que depende de las decisiones que tomen en la Legislatura y en la mismísima Corte. La Nación le hizo saber a Alperovich que hay que castigar a los jueces; los legisladores tienen en sus manos una denuncia en contra de los que dictaron las 13 absoluciones y el Máximo Tribunal debe decidir sobre el fallo. No hay vacaciones en Tribunales; desde hace varios días estudian a fondo la sentencia de Alberto Piedrabuena, de Emilio Herrera Molina y de Eduardo Romero Lascano, pese a que aún nadie la apeló. Alperovich quiere que cuanto antes pase el huracán Trimarco. Algunos asesores suyos, por el contrario, consideran que la Corte debe tomarse el tiempo suficiente para resolver (llegado el caso) y que de ninguna manera debe ajustarse el eventual fallo al juicio político que se inició contra los magistrados que no hallaron culpables por la desaparición de "Marita".

De nuevo, nada se realiza con independencia. Los vocales de la Corte, ¿tienen la libertad de rechazar el hipotético planteo de casación y de decir que todo lo actuado está bien? Los legisladores, ¿pueden rechazar, porque no la encuentran justificada, la acusación de juicio político? El poder de la palabra de Susana Trimarco carcome la consciencia de esta mujer que ha conseguido cambiar leyes de acuerdo a la militancia por la causa de su hija "Marita". Sin embargo, en este caso no está ayudando a la libertad de acción de algunas instituciones.

Alperovich, acostumbrado a manejarlo todo y a que se haga su voluntad, es sólo un espectro.

Los jueces, en tanto, se preparan para afrontar el temporal. Saben que apenas se desperece febrero el vendaval volverá a azotarlos.

El proyecto que no cae
Mientras el miedo, las dudas y las inseguridades se apoderan de habitantes de ambos palacios, en el edificio de la Legislatura siguen lamentándose que se haya descartado la reforma de la Constitución. Saben que perdieron esa oportunidad y que no siempre vuelve a pasar el tren que se dejó ir. No obstante, hay una opción que no puede obviar y es que en la Nación se produzca el cambio de la Carta Magna.

A nivel nacional tienen claro que el oficialismo no tiene los números, pero jamás se descarta que alguien de la oposición ayude a sumar las voluntades que faltan para declarar la necesidad de reformar la Constitución. Los senadores oficialistas que tienen a su cargo la operación "re-re" confían en que los votos que faltan los aportará el radicalismo. Especulan con que el macrismo y el socialismo son un riesgo que pone en peligro de extinción a los radicales. Ante ello han recibido como condición que la Presidenta esté dispuesta a instaurar un gobierno parlamentario. Los que van y vienen en los aviones con pasajes pagado por la Nación juran que Cristina no les dijo que no a esa opción y que, por lo tanto, la reforma sigue siendo un proyecto con luz verde. Los legisladores tucumanos que escucharon esta semana que esa posibilidad sigue abierta, volvieron a sonreír como si les hubieran aumentado los gastos sociales.