El sábado 22 de octubre de 2011, Germán Alfaro recibió dos diplomas. El primero se lo otorgó la Junta Electoral, al ser ungido edil de la capital. El segundo se lo entregó, imaginariamente, el propio gobernador. Ese día, el ex diputado nacional fue declarado enemigo público del alperovichismo. Alfaro había cometido el peor de los pecados: haber encabezado el acople oficialista más votado de la capital.

Durante todo 2012, las diferencias entre el escudero del intendente Amaya y el titular del Poder Ejecutivo se convirtieron en insostenibles. Y sin dudas, el hecho que marcó el punto de ebullición en la relación entre el amayismo y el alperovichismo viste de blanco y tiene cara de mujer: la frustrada titularización de 300 maestras municipales. El proyecto de Alfaro se evaporó en el aire por una decisión exclusiva de José Alperovich.

Hace tres lunes, Alfaro fue a la Casa de Gobierno para limar asperezas. El ex legislador prometió que 2013 será un año donde obligadamente reinará la concordia. Alperovich le pidió una prueba de amor y Alfaro se la dio. Ayer, fue la primera vez que el ultraamayista votó a favor de un pedido de excepción enviado por el PE. Todo un mensaje.