El siga siga de Junior Lamolina colapsa la paciencia hasta del monje más sereno del planeta. Atlético no puede sonreír en Isidro Casanova y lo merece. Merece estar arriba de un Brown que entró haciendo honor a su apodo de "fragata", porque atacó y hasta probó sin suerte -culpa la gran noche de Ezequiel Cacace-, pero por esas cosas de la vida los palos del también notable arquero Losa le hacían la vida imposible.

El "decano" pasó del susto al casi éxito, y del casi éxito a la agonía; y de la agonía al frenesí total gracias al demonio preferido de Ricardo Rodríguez: Gabriel Méndez, el hombre que había azotado el parante zurdo de Losa y también el travesaño con una bomba a distancia tremenda... No solo de esas acciones vivió (y sufrió) Atlético en el complemento, un segundo tiempo construido a su medida, a la contra bien armada de un Bustamante (bien reemplazado después por Collavini) enterísimo y notablemente acomodado como carrilero por derecha. Las bandas del local fueron una autopista, el centro también. O sea, Losa era el único obstáculo al que nadie podía vencer. "Pulguita" lo obligó y él respondió; Bustamante también, y nada. Por eso el 0-0 terminaba oficiando de compensador para ambos. Porque en la primera parte, si bien Brown no fue ampliamente superior, estuvo mejor parado en ofensiva. Llevó peligro con Acosta y el "Negro" Chávez. Sin embargo, ninguno pudo burlar a Cacace.

Después de un codazo de Echeverría a Collavini que Lamolina dejó pasar (debió cobrar penal), las cartas habían sido jugadas. El tiempo era aliado del anfitrión y enemigo de Atlético. Por eso a los 91', luego del último córner y del último rechazo resuelto por la zaga del equipo dirigido por Blas, Méndez eligió hacer la personal. Y "Demonio" le encontró el agujero al mate. Colocó tan abajo y pegada al palo la pelota que ni un Losa de 4 manos hubiera evitado el gol y el triunfo de Atlético.