Nadie puede discutir sobre sus condiciones futbolísticas. Y mucho menos, lo que significa para Boca. Por todo eso, las palabras de Juan Román Riquelme pueden transformarse en un cuchillo filoso que hiere a cualquiera o en una bomba capaz de destruir todo lo que esté a su alrededor.

Lo que si queda claro es que nada es casual en su accionar. Volvió a romper el silencio cuando los directivos habían decidido renovarle el contrato al técnico Julio César Falcioni, al que castiga cada vez que puede y a los directivos que decidieron anularle los privilegios con los que gozó durante años.

Los "xeneizes" no terminaron bien el año. Perdieron la Supercopa Argentina con Arsenal, tampoco ganaron el torneo Inicial y la única alegría llegó por haberse clasificado a la Copa Libertadores. Riquelme, al hablar, motivó a los hinchas para que reaccionaran y generaran más incertidumbres en el convulsionado mundo Boca. Y no era necesario. LA GACETA ©

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