- Entonces, Cristina, ¿usted se considera una persona feliz?

- Sí. A pesar de todo, soy feliz.

Y, sin embargo, la sonrisa le cuesta. Al menos durante esta charla. Cristina Caram -62 años que declara casi inmediatamente después de saludar, como queriendo demostrar que no es de esas mujeres que esconden la edad- ha llegado 40 minutos antes de lo acordado a la cita, impecable pese a que afuera el calor derrite hasta la más vehemente de las voluntades (la entrevista fue el lunes, cuando la térmica superó los 40°). "Me adelanté porque tal vez así podamos terminar un rato antes, ¿no? Es que después tengo cosas que hacer", explica la mujer que suele definirse como hiperkinética, en una tonada que mezcla sus orígenes porteños con su historia en Tucumán.

No son buenos días para la artista, entre cuyas glorias se encuentra haber sido la cantante principal de algunas de las giras de Mariano Mores. Acaba de volver de Buenos Aires, donde unos estudios médicos le diagnosticaron la existencia de nuevos ganglios tumorales en su cuerpo. Ya había sufrido un shock semejante en febrero último cuando, también en la Capital Federal, un médico le soltó la frase lapidaria: "es cáncer". Dos operaciones, un severo tratamiento y 10 meses después, tras los cuales creyó haber dejado lo peor atrás, Caram vuelve a la lucha: "sigo peleándola. El cáncer no me da tregua, pero yo sigo peleándola".

No tiene miedo, asegura. "Al principio no lo podía creer. Todavía no lo puedo creer. Siempre tuve una salud muy fuerte y eso me ayudó mucho en estos meses. Así que actúo como si nada pasara: no me preocupo, me ocupo de la enfermedad. Me alimento bien, sigo todas las indicaciones y trato de ponerle actitud. Sobre todo, me alienta la energía de mi familia. No me van a ver deprimida, ni dando lástima. Cuando me enteré que me sucedía esto, me entregué a Dios; dije 'Dios, estoy en tus manos, disponé de mí como quieras'. Trato de que no sea una obsesión, de no pensar en eso todo el tiempo".

Hasta entonces, la palabra muerte no ha surgido en la charla, nadie la ha mencionado. Pero Caram pide hablar de eso, saca el tema a colación. "Estoy convencida de que la muerte es parte de la vida. Nosotros no tenemos la cultura de la muerte, no la solemos festejar, solo festejamos la vida. Pero creo que hay un más allá y que todo continúa", expresa, calma. Cuenta también que una de sus primeras reacciones ante la noticia de la enfermedad fue "llamar a un escribano y poner los papeles en orden", sobre todo por sus tres hijos. "Ellos saben lo que padezco, saben lo que se puede venir... No, no tengo miedo -repite para sí misma-. Mi vida ha sido maravillosa. Todos tenemos un ciclo".

La alfombra a la fama

¿Las situaciones límite hacen reflexionar más o mejor? ¿Motivan cambios radicales de vida? Caram contesta que no, que en su caso solo se ha dispuesto a no guardarse nunca más nada, a decir "te quiero" si quiere, a abrazar si el alma y los brazos lo piden. Tampoco esquiva la nostalgia y, cuando apoya la cabeza sobre la almohada y cierra los ojos, dice añorar mucho su infancia en el barrio porteño Villa del Parque. "Mis viejos eran divinos, sensacionales -ahora sí sonríe-. Trato de ser igual con mis hijos, de empujarlos siempre a hacer cosas. No hay que perder tiempo en la vida".

Y la conductora no lo ha perdido. Aunque las grandes oportunidades, debe decirse, le llegaron más tarde de lo que hubiera esperado: a los 36 años, después de 22 de dedicarse al canto y cuando todavía el amor no la había traído a Tucumán, se extendió frente a ella la alfombra que la haría conocer el éxito y la popularidad. "Todo comenzó por casualidad. En una fiesta, un conocido me comentó que Mores se había quedado sin cantante y me ofreció audicionar para obtener el papel. Yo estaba embarazada de mi segundo hijo, pero fui y lo conseguí. Recuerdo que Myrna, esposa de Mariano, estaba preocupada por si podría bajar de peso durante la gira, y a eso también lo logré, porque siempre tuve mucha disciplina".

Los viajes comenzaron muy pronto. "Dejé mi casa cuando el más chico de mis hijos tenía apenas dos meses. Eso fue duro, un infierno. Cuando volví, seis meses después, ya tenía pelo y dientes... En las giras todo es maravilloso, pero las noches eran difíciles: me preguntaba si mis niños me reconocerían al volver, si me necesitaban o extrañaban. A la vez, cantar junto a Mores era un desafío, lo que había estado esperando toda mi vida; no podía perdérmelo. Por suerte, mi marido (Roque Yacumo, fallecido en 2007) fue un santo: no solo me amaba, sino que amaba lo que yo hacía. Consideraba que merecía lo que me estaba pasando".

Caram definió a la etapa junto al gran compositor (desde el 86 hasta el 93) como "una vida entre algodones". "Conocí muchísimos países y el público me mimaba mucho... ¡También me mimaban los caballeros! Recibía flores permanentemente. Es que yo era muy linda y cantaba muy bien", se ufana. Pero al tercer embarazo la artista decidió que su desafío ya estaba superado y se despidió del canto y de los grandes públicos. "Fue muy duro. Pasé de ser una princesa a dedicarme a la producción televisiva, ya en Tucumán, donde tenés que hacerte cargo de todo. Y aunque al principio no quería venir, reconozco que cuando llegué a esta provincia me convertí en una gran persona".

La televisión, o más bien las personas que ha tratado y conocido en sus programas, han nutrido la vida de Caram. Incluso en este trance duro por el que pasa, dice que conducir un ciclo es su refugio y su salvaguarda.

- Entonces, Cristina, ¿usted se considera una persona feliz?

- Sí, a pesar de todo lo que me está tocando vivir, soy feliz.