Tiene el título de antropólogo; se inició con la pintura, pero terminó siendo fotógrafo. Tal vez por su ansiedad -lo admite-, porque la fotografía le permite comunicar el hombre y su entorno. Carlos Bosch trabajó en el porteño diario "Noticias" en los tumultuosos inicios de la década del 70, vivió una largo exilio que abarcó casi la mitad de su vida y fue uno de los fundadores de "El Periódico", de Catalunya. Publicó sus imágenes en "El País" y el "Sunday Times", al igual que en revistas europeas y nacionales. Ahora está dedicado al dictado de talleres.

"Es como que a los 71 años ya hice todas las fotos que quería. Esta mañana me fui al Mercado del Norte, pero no, no pude sacar ninguna fotografía", confesó Bosch durante el diálogo con LA GACETA.

El año pasado ganó el primer premio del Salón Nacional de las Artes por una de sus obras de la serie de piqueteros (2001-2004), "La bala policial", y tiene otras series -como "Letrinas y derechos humanos"- que directamente se exponen en París.

La vida de Bosch sorprende con cada dato: fotografió a Julio Cortázar en Barcelona allá por 1984, produjo series sobre la España post-franquista, Nicaragua, Líbano y Afganistán. Y vivió 20 años en una granja enclavada en el corazón de un bosque de Luxemburgo.

- Una pregunta básica: ¿qué es la fotografía?

- Una comunicación rápida y efectiva. Me permite una gran libertad de expresión, y por momentos me considero un artista, porque me permite crear; está ligada a las artes plásticas.

- Lo escuchaba quejarse recién…

- Es que hay gente que te dice todavía que hay que respetar el cuadro… El cuadro es una definición ideológica si se quiere, que ni siquiera respeta la sección áurea, y que lo impuso la industria. La tecnología rompió la rigidez que existía antes en el periodismo y el documentalismo, pero seguimos manipulando, como siempre lo hicimos.

- ¿Qué fotógrafos le interesan?

- Marcos López, Res, Adriana Lestido, Martín Weber; muchos, la verdad.

- ¿Y qué es lo que les interesa de ellos?

- Para mí todo lo que tiene sentido, que me haga pensar, me haga sentir, emocionar. Creo que el fotógrafo lo puede lograr con simpleza y síntesis. Muchas veces siento la fotografía en relación con la música, por ejemplo. El expresionismo alemán me influyó mucho con el color, con el blanco y negro, que me gusta por la subjetividad que tiene, porque ahí se ve mejor el criterio personal; por el contraste y porque es el color del recuerdo.

- ¿Ve las fotografías de los diarios?

- Hoy los diarios están preocupados por otras cosas, hay un mareo total, no saben su futuro por la tecnología, si van a existir impresos dentro de unos años, por lo que el departamento de fotografía de cada diario es el último orejón del tarro. No les importa la calidad, sino el día a día.

- Y entonces…

- Bueno, yo defiendo la fotografía coloquial, la del lenguaje cotidiano. Cualquiera saca fotos buenas en la actualidad, y hasta defiendo los redactores que van con sus cámaras a trabajar. Sé que a los fotógrafos no les gusta, hablan de la competencia, pero no se dan cuenta de que vivimos el mejor momento para ser nosotros; nunca tuvimos tanta oportunidad de diferenciarnos. Porque entiendo que cada fotógrafo debe ser una marca.

- En sus talleres, ¿cómo enseña? ¿Tiene algún método?

- Sí, el método de Stanislavsky, de la memoria emocional. Cuando los chicos me cuentan qué foto les encargaron, les pido que piensen con qué de su propia vida pueden relacionar ese pedido; qué pueden relacionar de su experiencia con la imagen que buscan.